miércoles, 6 de junio de 2018

Muy razonablemente



Hace tiempo ya que he abdicado de la razonabilidad urbana occidental.
A mis treinta y diez ya no me interesa para nada ser un ciudadano criterioso y razonable, buen esgrimista de silogismos, de respuestas brillantes o poseedor de las claves certeras para resolver los problemas del mundo por derecha o izquierda.
Navego hace años por los brumosos mares del Así Es La Cosa. Habito un mundo paradójico, incomprensible, lleno de sorpresas desconcertantes, oscuridades, brillos, cavernas, llanuras, desiertos y bosques en los que uno se desorienta por completo.
No estoy seguro de absolutamente nada. En mi mundo hay más magia que ciencia y más poesía que sesudos ensayos.
Prefiero el pasto al cemento y una pareja de chanchos overos y un petiso bayo son mejores vecinos para mí que los licenciados de un 4° B, que el exitoso empresario de la calle Las Acacias o el profesor de Todología que vive próximo a la avenida.
El así es del mundo circundante me seduce mucho más que pensar en cómo debería ser la cosa.
Habito cada vez más cómodo el misterioso universo de lo innombrable, y soy forastero en la patria de los objetos y las buenas razones.
Disculpe usted.

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