Disolverse en la lentitud,
Educarse en el no hacer.
Vagar libre y tranquilo como propósito íntimo.
Transitar la libertad como camino y destino.
En la estratagema del ayuno de palabras
Y la ardua tarea de acallar el diálogo interno
Me fue dado el
Ganar silencio aún en el decir.
Me alejé de la productividad como de una peste,
Retiré mi interés a la especulación,
Me olvidé del mandato de lo útil y aprendí la utilidad de lo inútil.
Una serena distancia de la agitación de los asuntos de los hombres me otorgó salud y felicidad.
Una atenta escucha a los mensajes de mí cuerpo me ayudó a descubrir algunas sombras.
Una hernia umbilical me mostró mi abandono del centro del mandala y me señaló el sendero para retornar.
Una práctica cotidiana del ir en seguimiento de mi sentir me ayudó a tener paz interior.
Y la habito plenamente cuando llega, y la recuerdo para volver a alinearme cuando me alejo de ese recinto sagrado.
Presencia, presencia, y más presencia. Habitar con plenitud cada instante. Todo el resto son artilugios para conseguir esa llave maestra que abre las puertas para regresar a casa.
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