lunes, 30 de agosto de 2021

Tus manos, mis manos

 Tenía un futuro promisorio entre los grandes doctores de ley y los sabios de su tiempo,

Pero apartó sus pasos hacia la costa de los pescadores y los humildes de las arenas.


Mis manos, tus manos.


No se olvidó del cuerpo cuando todos hablaban de cielos y almas, y entre los hijos de la luz aprendió el arte de curar y aliviar el vehículo carnal para este viaje del espíritu.


En un largo desierto de hambre y sed y soledad luchó contra sus demonios internos hasta encontrar su Camino.


Mis manos, tus manos.


Tras el agua del río entendió que su lugar era el de cargar un simple y olvidado mensaje.


Cayó en la cuenta del desgarro de jamás ser profeta en la casa, en la aldea o en la propia tierra.


Seguir sus pasos es alzar la espada contra todo aquello para lo cual nos educaron. División entre padres e hijos, hermanos y hermanas. Su Camino es simple, pero pocos pueden andar esos senderos.


Bebió vino, rió, comió carne asada y pan entre amigos, los perdidos y descarriados del mundo.


Sus palabras sencillas de amor, igualdad y humildad fueron manipuladas para sostener un imperio de vergüenza, poder y verticalidad.


Enseñó pocas y tremendas cosas:

Que la ley es amar a la divinidad y al Gran Misterio por sobre toda cosa, al prójimo como a uno mismo, a no juzgar a nadie, a dar al que no tiene, a visitar al enfermo y al preso, a suspender la incredulidad, a correrse del medio y a entregarse al designio de lo Supremo.


Cometió el error de enojarse por confundir un edificio de piedra con la casa del Padre.


Demostró que es posible nacer de nuevo, y que el paraíso es estar en este mundo sin ser del mundo.

Aconsejó ser astutos como serpientes y mansos como palomas.

Afirmó que hay un reino divino dentro nuestro, que nuestros talentos ya no nos pertenecen sino que han de entregarse al servicio, y que no se enciende una lámpara para ocultarla en un cajón.


Que el corazón además de un órgano es un centro de poder, la habitación de una fuerza transformadora llamada amor.


Insistió en que no se puede tener dos amos, que no se puede vivir con el foco y la energía puesta en el éxito, la ganancia, la acumulación, la seguridad material, la prosperidad, y al mismo tiempo entregarse con hondura a las cosas del espíritu y la libertad.


Sus trances de iluminación fueron faro para sus hermanos aún dormidos. Aprendió la traición, la negación y el perdón al amigo débil.


Y un día se fue, quién sabe dónde, vagando más cielos, aguas bravas y montes descalzos. 


Y una vez estuviste atrás mío, mis manos eran tus manos.

¿Quien podrá seguir ese Camino, esa verdad, esa vida?


Mis manos, tus manos, pa lo que guste mandar.

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