Empezar ya, con lo que hay.
La peregrinación es larga y enredarse en los escrúpulos y preparativos más de la cuenta sería un torpe impedimento. Así jamás pondrás un solo pie en los caminos.
Lo perfecto-ideal no deja lugar a que ocurra lo bueno-posible.
Toma tu jarrito de lata para el agua, tu escudilla de limosnas, y parte al fin a tu propio crepúsculo sin más dilaciones.
Dos monjes iban a iniciar un largo viaje.
Uno muy pobre, acostumbrado a las carencias, y otro muy rico, regalado a la abundancia.
La peregrinación que soñaban hacer era dura y peligrosa. Atravesarían tierras desconocidas y llenas de riesgos, demonios escondidos y bandidos.
El monje pobre se puso las sandalias, tomó sus dos cacharros y salió al sendero de lo incierto.
El rico dijo, “aún faltan preparar algunas cosas antes de partir”.
Cinco años después el monje pobre regresó a su humilde monasterio. Al ir de visita al monasterio grande se encontró con el monje rico. Relató todos los pormenores de su largo peregrinaje y mostró una profunda transformación en su persona que dejó admirados a todos los presentes.
¿Y tú? Preguntó el sencillo monje.
Es una larga y peligrosa aventura al parecer, dijo el rico. Todavía sigo con los preparativos, y ahora me confirmas con tu relato que necesito tener en cuenta más cosas de las que pensaba.
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