jueves, 18 de noviembre de 2021

Lo uno y lo vario


 


No dejes que las cosas exteriores penetren en la mansión de tu espíritu y provoquen disturbios.

Son cosas nomás, están y no están, pasan o no pasan, suceden o no. Y al diluir los asuntos personales en la totalidad de las grandes transformaciones, poca importancia tienen en definitiva.

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La conciencia no está en otra parte, sino aquí mismo, en el bullicio de la feria y en el desorden de la cocina.  

Pero ella desde su claro silencio contempla todo como una misma cosa, y no prefiere ni rechaza. Hace y no se apega a lo que pase o no pase. Va de viaje, y estas minucias no provocan que el águila desvíe su vuelo.

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No estorbes o dañes el Camino que recorre el Gran Misterio con los torpes deseos y caprichos de tu mente, ni te empeñes en ayudarlo con tus humanas contribuciones. 

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Que las emociones vengan con naturalidad, como llegan las estaciones del año. Cuando esté justificado su tiempo y momento de aparición siempre son correctas. Pues que vengan, y que luego partan como las olas que alcanzaron la orilla y al perder fuerza se retiran.

Mas cuando llegan a destiempo, o motivadas por las imaginerías de la mente tramposa, el desequilibrio que sobreviene es grande, la exageración se vuelve la norma y la desventura el camino.

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Rodando como una bola por la senda de los acontecimientos suspendo por completo la incredulidad.

Sentado cómodamente en el olvido de mí mismo, recuerdo entonces quién soy en verdad. Desato el nudo de esto o aquello, del preferir o aborrecer, tomo mis virtudes y las dono, y guiño un ojo compasivo y preciso a mis limitaciones.

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Vomitar el fruto del árbol del bien y del mal, redimir el pecado original de demorarse en el dualismo, tomar la unidad de todas las cosas como por asalto, y ya no salirse más de ese recinto, antesala del retorno al paraíso.

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