jueves, 30 de junio de 2022

La propia trampa

 


El esfuerzo sostenido es algo horrible,

Nada que sea antinatural, ni ningún ritmo externo que vaya en contra de tu pulso interno puede prevalecer en el mundo.


Es señal inequívoca de que no estás en tu Tao.


Si vislumbraste el camino que para vos tiene corazón, si has conectado con el hilo de la existencia,

Entonces la disciplina y el compromiso son las dos piernas que tienen la pasión y el Conocimiento Silencioso para conducirte hacia la plenitud.


Si te definís de alguna manera te has encerrado en tu propia trampa.

Perder la forma.

Los sádicos cánones con los que el mundo mantiene atrapados a sus animales domésticos no tolerarán que te vuelvas cimarrón, que te asilvestres.


Ya mismo podés desidentificarte y empezar a andar el sendero por el que te lleva tu sentir. 

Ser manso como paloma y astuto como serpiente.

Si lo ves claro, no hay excusas.

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De la caverna a la taberna

 




Un arco en el cielo,

Un arco en la tierra,

Y ahí jugamos el partido entre los susurros de Dios y el clamor de los hombres perdidos.


En los huecos del desierto la conciencia alcanza el cénit, recoge el néctar

para luego caer en Cruz hasta el centro de la aldea y así compartirlo con los demás.


Porque entre ellos nos damos a luz,

Allí está nuestro dojo de práctica más exigente y definitiva.


Tu propia verdad late en una honda caverna interior a la que puedes acceder en procura del más puro y sólido silenciamiento.

Y es en esta gran taberna humana que esa verdad se realiza y es completada entre todos los demás ebrios que se acodan en la sagrada barra del templo sostenidos por el inagotable hilo de la existencia, buscando a aquel que solo el silencio nombra.

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La banalidad es una cosa insoportable

 



Cuando faltó el Tao apareció el amor como sustituto.

Al debilitarse el amor se abrió paso la benevolencia..

Al fallar ésta, los buenos modales hicieron acto de presencia.

Perdidos ellos, tuvo que intervenir la cortesía.


Y ese es el instante mismo en el que todo se ha echado a perder y las dos personas unidas por un vínculo se hallan más lejos que nunca.


Escuchar lo que alguien nos dice y toca fibras que nos hacen saltar es un trabajo muy mucho difícil y áspero.


Sostener la atención durante horas entre las personas haciendo que salgan a la luz cosas hondas y difíciles es una de las artes del brujo.


La banalidad es una cosa insoportable. 


Volverse cortés con alguien que no puede oír es el fin del asunto.

Si alguien nos trata con cortesía deberían prenderse todas nuestras alarmas.

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¡Qué impedimento los conceptos!

 



No se puede pensar el mundo desde tu propia provincia,

Ni a los otros desde el propio acotado y mezquino sistema de creencias.

Cada lugar y cada persona es una fugacidad inasible que se escapa en la primera etiqueta.


Y paradójicamente entendemos que podemos conocer el mundo sin salir por la puerta y entender los caminos de Cielo sin mirar por la ventana.


Los disfraces del mundo avanzado se descascaran en una conversación, y el salvajismo de los pobres se viste de seda frente al ocaso de los reyes.


En cada taberna una revelación, en cada templo un desengaño.

En cada santurrón un rabioso iracundo, y en cada descastado un amoroso hospitalario.

En cada justiciero un tocapelotas salvador de la humanidad y en cada desentendido de las cosas del mundo el natural extender la mano sin importar a quien.

En el académico toda la soberbia de los claustros

Y en la gente sencilla del campo toda la sachasofía del mundo.


¡Qué impedimento los conceptos!


Lanzar al tacho todas las ideas de cómo son las cosas, no predicar nada con la boca, y dedicarse a simplemente a disponerse a toda posibilidad con los ojos y los oídos bien abiertos y los labios sellados.

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Los inmortales

 



El viejo sol, cansado, 

Comienza su lento declinar hasta el lejano invierno en esta fascinante tierra taurina.


Allá lejos, en mi patria, mis paisanos reciben en la noche helada el retorno de la luz.


Unos íntimamente,

Otros con ritual,

Otros ni enterados.

La fuerza cíclica de la vida trasciende cualquier apropiación.


El puro yang es un instante,

El puro yin también.


Nada se sostiene en su estado. 

Aferrarse es una locura.


La muerte es un mito,

Todo está yendo hacia otra parte,

Las cosas y los seres están mutando en algo más ahora y siempre. 

Lo que falta aquí, está allá en el otro polo. Y luego se dará vuelta la tortilla.


La inmortalidad taoísta nada tiene que ver con peligrosos elixires y rituales, ni con extravagantes prácticas energéticas y respiratorias.


La inmortalidad pasa por nuestras narices todo el tiempo mientras nos perdemos en esas cosas raras. 

Es esta honda comprensión de que en cada uno de nosotros pulsa el ciclo y la transformación, y que en nuestro ser late una eterna cadena de vidas que ya no están, y otros que aún no existen, en los que nosotros viviremos.


El Qi que sustenta nuestra vida corriendo por los meridianos, pudo haber sido también el de alguien más que ya no tiene la forma que tuvo, pero vive en nosotros.


Nosotros somos los otros, los otros nosotros, y eso es cosa muy mucho delicada.

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A las cuevas!

 



Sin buscar busco hallar lo que aquellos dejaron sembrado en las cuevas.


Sin que importen para nada las elucubraciones de los doctores de la ley, los catequistas, teólogos, dogmáticos y demás artistas del rito, el silogismo y la palabra.


En cuclillas, con la mirada lejos y cerca del fuego. 

La observación salvaje, portando un silencio interior abrumador, la expresión absorta, el corazón abierto y la cabeza vacía.


Sintiendo la fuerza, la voz antigua que viaja en el aire. Ir hacia los sitios que fueron santuarios y lugares de poder.

Y con-templar, en cualquier parte hacerse templo con el hálito vital que galopa en la sangre de cualquiera que asuma su humanimalidad olvidada y descarte al fin el ansia empobrecedora de volverse un ser civilizado y domesticado.


¿Será como dijo Picasso, que después de Altamira todo es decadencia?

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Medicina del centro

 



Preocuparse demasiado por la santidad,

Esforzarse tanto por la perfección y la maestría,

Predicar esto o aquello,

No le veo ninguna utilidad.


Tener siempre el radar y las alarmas prendidas sobre los actos y vidas de los demás es un síntoma claro de desequilibrio interno.


Quien anda un sendero espontáneo, auténtico y excento de rigideces es posible que sea capaz de retornar a su origen y vivir desde allí, desde ese centro-vórtice a partir del cual todo puede ser liberado de juicio y esfuerzo.


No siento que haya que seguir ningún precepto determinado para acceder a la virtud y esencia personal. Todos los seres que vagan por la tierra carentes de Yo lo hacen sin ninguna dificultad.


Quien se separa de ese punto exacto empieza a enfermar. Y quizás la enfermedad no sea más que eso, no ser quien se es en verdad.


Olvidarse por completo de todas esas cosas que te colocan en otro sitio desde actitudes externas.


Permanecer en el centro y dejar a todas las cosas seguir su curso.


Zhong Yi es Medicina China. Zhong es centro, Yi médico, sanador, medicina.

Sanarse volviendo al centro.

Esa simple agujita es el pivote despojado de todo adorno, de cualquier dogma, desde el cual la esencia individualísima de la persona puede florecer y alcanzar la plenitud para que todo continúe simple y fluidamente, vagando libre y tranquilo de vuelta a casa.

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Aquello que mostramos

 



En lo que insistes y haces demasiado hincapié se evidencia su opuesto acechando en la sombra.


Se amola con la obediencia de los ciudadanos cuando el país es un caos.


Se recomienda la solidaridad cuando todos somos islas.


Se ostentan riquezas cuando abunda pobreza en el corazón.


Se valora el respeto a los mayores cuando la guerra del cerdo ya se ha desatado y los viejos son descartables.


Se echa mano a la cortesía y a los buenos modales cuando el respeto y el amor se han perdido.


Hay deberes y responsabilidades cuando nadie siente en su corazón la convivencia.


Se instaura el “día de” cuando el resto del año…


Hay moralidad cuando todo está fregado y el Camino no se encuentra por ninguna parte.


Un pie es espontaneidad, el otro fluidez, y así paso a paso el retorno se va desarrollando plácidamente y sin artificios.

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El mayor regalo hacia ellos


 


La confianza que das es la que recibes.


Cuando un padre puede actuar sin actuar, sin estar dando indicaciones permanentemente, poniendo normas, sin prohibir, sin exigir, sino simplemente fomentando las inclinaciones naturales del hijo, y acompañando su camino aún sin entender nada,

Entonces no será temido ni despreciado como un tirano,

Ni endiosado misteriosamente como un oráculo del cual no se puede prescindir a la hora de realizar cualquier cosa.


Los hijos obtienen confianza y responden llenos de confianza.


Sin discurso, el ejemplo personal es la única pedagogía que tiene poder sobre ellos, y a lo único que en última instancia se le presta atención.


Así hacen su camino solos,

Sin que se les esté arriando como ganado hacia los ideales alucinados de los padres,

O castrados por los miedos e impedimentos que estos no pueden resolver.


Confiar en las capacidades de ellos es un altísimo regalo.

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Hacia los demás

 



Entregarse a la Vía del Cielo es como no consagrarse a ningún camino en particular.


Sin decir por aquí o por allá,

El destino final es el encuentro con uno mismo a través de los otros, que no son más que los diferentes disfraces que utiliza Dios para deambular por aquí en la tierra.


Tanto como el hidalgo Quijote o el porquero Panza, las andanzas sin más motivos que recorrer lejas comarcas,

Nos acomodan a cada cual con sus delirantes batallas y justicias,

Y a cada quien premian con su Ínsula Barataria, sus honras y humillaciones.


¡Hacia los demás, amigos!

Hacia los demás, que allí están la única cordura y despertares posibles.

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Sed transeúntes!


 


Transeúnte como hielo que está derritiéndose,

Sin origen conocido como el viento, que invisible produce melodías y silbos en todas las oquedades que encuentra a su paso.


¿Quién puede no necesitar explicar nada, no pretender derecho de autor, no buscar ser agudo e inteligente en cada comentario?


¿Quién puede liberarse completa y totalmente del juicio de los otros y hacia los otros, y del dos hacer uno?


¿Quién puede pasar por ciego pudiendo ver detrás de lo aparente?


Si se te confía el mundo y puedes abandonarlo para irte de cañas, eres el soberano adecuado.


Si el ajetreo y la seriedad de las cosas a las que dedicas tus días te toma en serio y te vuelve una persona agobiada, no serías jamás el gobernante correcto.


Andariego, pasajero en tránsito perpetuo. Que no exista nadie allí para ser llamado Señor, ni nadie para ser tratado como siervo. 


El que es invisible pero su imagen se imprime en mí como la luz, el que es impalpable pero puedo tocarlo, sin palabras pero cuyo mensaje no se me olvida, anónimo y así todo su obra persiste sin que él la sostenga ni la retenga, es mi verdadero maestro.

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Cerca o lejos


 

Al lado de las personas, incluso de tus amados, puedes estar a diez mil años luz de distancia,

O lejos de ellos permanecer en una profunda unidad que trasciende cualquier distancia.


No hay tiempo, solo una fuerza que impulsa a la unidad de todas las cosas y seres que viajamos en los mismos barcos.


Hablar cualquier pavada mecánicamente puede separar a las personas por abismos eternos.


Poder callar juntos o pronunciar una palabra que provenga del silencio, aún estando del otro lado del mar, es un lazo inquebrantable.


¡Pensar lo que decimos!

Cada sílaba que sale de nuestro interior denuncia adónde está nuestro tesoro, y por ende, revela el sitio donde se halla puesto nuestro corazón.

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Domar el caballo

 





La incesante búsqueda de novedades puede terminar resultando agotadora y frustrante.


Escindir el presente y sus complejidades de todo aquello que se ha enseñado en el pasado, parece un desatino.


Como un arqueólogo del espíritu revuelvo en viejos arcones las voces, visiones y experiencias de extintos hombres y mujeres que, tal como hoy nosotros, encontraron las claves para sortear los escollos que su tiempo les presentó. Y vislumbré que son siempre los mismos.

Y entonces abandoné toda búsqueda, y sacudí el polvo de dos o tres viejos textos que ya ni palabras tienen, sino vagas intuiciones, y que conservo en mi regazo como a una piedra preciosa.


Desde las pinturas de Altamira hasta los contemporáneos silencios del Avatar Meher Baba, los relatos alrededor del fuego, los escritos, palabras y callares sagrados enseñan sobre nosotros y nuestro tiempo.


Pero todos les prestan apenas un poco de atención, y luego deshechan estas cosas viejas para retornar a sus ansias de métodos novedosos de sanación y a la última práctica espiritual del mercado.


Cada cual halla su sendero a su tiempo, paso tras paso.


Me he vuelto un pertinaz cultor y divulgador de viejas enseñanzas olvidadas, porque me dan soluciones para mi extraña vida, a mí, un alma paleolítica perdida y completamente desorientada en esta moderna era tecno espacial.


Quien quiera oír que oiga y quien tenga alforja en el recado recoja.


Quien toma con delicadeza y a la vez firmeza el Camino de la antigüedad, conducirá la existencia en el presente como se conduce un manso caballo.

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Vaciar la mente y llenar el estómago

 



La estimulación excesiva de los sentidos de manera permanente propicia la saturación y los mil trastornos.


Tantas pantallas de colores mezclados ciegan la vista,

Tanta música estruendosa ensordece,

Tantos sabores enredados estragan el paladar.


No es mala idea ayunar de todas estas agitaciones de tanto en tanto.


Prefiero dar espacio a las cosas, tomarlas de a una, delicada pero firmemente, como quien toma un pichón caído del nido o una aguja de acupuntura. Una por una, de manera total, como si tuviera todo el tiempo del mundo y fuera a vivir por siempre.


Ir a las cosas de una por vez, para completarlas y cerrar el círculo, para saborear plenamente cada manjar, escuchar desde adentro esa canción, Total-mente, como si fuera a morir esta tarde y no tuviera más tiempo que el de hacer una sola cosa de manera plena.


El ejercicio lento de lo cotidiano otorga espacio a las cosas.

Lo que da hondura a la existencia no es lo que haces, lo que dices, las manifestaciones visibles de tu vida, los estímulos visuales, auditivos, gustativos que recibes, sino el lapso de vacío que existe entre cada una de estas.


En esa cámara secreta es donde maduran y se cocinan la sabiduría, la templanza, el silencio que puede hablar palabras que digan algo que produzca vibraciones.


La cuerda de la guitarra emite la nota, pero la oímos gracias al vacío, la nada, por la no existencia que habita en el interior de la caja.


Mejor olvidarse de aumentar compulsivamente las experiencias, los estímulos, o la acumulación de objetos preciados, y enfocarse en el espacio entre estas cosas.


Más vale ocuparse del estómago, madurar y asimilar los alimentos y no de aquello que enloquece los ojos.

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Ampliar la visión


 

No existe el esfuerzo si tu hacer es una espontánea manifestación de tu naturaleza intrínseca, si tu acción proviene suave y líquida como el flujo de un interno manantial.


La minuciosa y detallada preparación de las cosas es el camino enseñado. Suspender la incredulidad y dejar libre el curso de los fenómenos es menospreciado.


Abandonar la competencia y la eficiencia está penado por las normas frenéticas del mundo de hoy.


Estar tranquilo más que agitado es sospechoso.

Dormir la siesta y no tener reuniones pareciera un ominoso pecado.

Renunciar a un beneficio por evitar la fatiga es aberrante.

Responder “nada” a la mecánica pregunta “¿Qué hacías?” es tabú.


Vislumbré que el mundo se nutre más de mi correrme del medio que de mi intervención permanente.


Ampliar la visión disuelve la separación y el señalamiento de esto o aquello.


Hacer y decir cosas obvias es volverse un personaje excéntrico.

Quien habla mucho termina diciendo tonterías.

Quien calla por demás, artificialmente, quizás le quite a alguien la posibilidad de oír una verdad.

Estando aquí, sabes cuándo sí, cuándo no.

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sábado, 4 de junio de 2022

La puerta de toda maravilla

 



Existe un Camino extraño que nace justo cuando das el primer paso en él, y que no conduce a ningún otro sitio que a este lugar en este mismo momento.


Es evidente y nadie lo ve.

Es sencillo y todos lo complican.

Es fácil y sin embargo nadie sabe practicarlo. Quien busca practicarlo, abandona todo al rato y se pone a hacer cosas más atractivas.


Mirándolo despojado de conceptos se admira su absoluta maravilla.

Si lleno de ideas, solo ves sus últimos reflejos y torpes manifestaciones.


En cualquier lado que te encuentres, puedes estar andando este sendero.

En el templo o en la taberna,

En el retiro de silencio o el fulbito del domingo.


En cualquier lado que te encuentres puedes no estar andándolo al sendero. En las santas montañas del Himalaya o en el barrio La Mondiola.


¿Cómo puede ser esto?

Si esto y aquello se generan al mismo tiempo.

¿Cómo es posible hacer sin hacer, y enseñar sin discursos?


Los dos caminos son paralelos pero nacen en el mismo y exacto punto. Ahí está entornada la puerta de todos los misterios.

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Fuego

 



El fuego es el sello absoluto de la humanidad. Ninguna otra especie lo ha utilizado o producido.


La posesión del fuego es un hecho exclusivamente humano. Hemos nacido en el momento justo en el que allá lejos, bien lejos, el fuego comenzó a ser domesticado.


Encender una fogata es una actividad que nos conecta profundamente con nuestra ancestral genética humana.


El primer y el último eslabón de la cadena humana se unifican con el acto de prender alguien un fuego.


El ritual de encender una hoguera en estado meditativo nos funde con el Gran Misterio del hombre en la tierra. 


El fuego hace resurgir nuestra animalidad ancestral dormida. Es el rito más primal que podemos realizar como integrantes de la especie humana.


Nuestro cuerpo y nuestra interioridad fueron moldeados por más de dos millones de años de presencia en este planeta, desde que algún oscuro homínido bajó del árbol y se paró en dos patas, hasta el nacimiento definitivo cuando alguno de ellos descubrió el modo de manipular a conciencia a ese dios etéreo y ardiente.


En ese lapso, nuestra fisiología se diseñó para nutrirse de determinados alimentos, para ejercitarse y moverse intensamente y en una amplísima gama de movimientos por períodos, y a holgazanear a gusto durante otros. 


No estaba sometido al estrés crónico, sino a momentos de estrés agudo, intenso, pasajero, que servía para enfrentar una cacería, una huida, una lucha o una catástrofe natural. 


La relación con el entorno y con las fuerzas de la naturaleza visibles e invisibles fue el tipo de espiritualidad que forjó durante milenios nuestra indagación interior. 


Estábamos en la tierra fundidos entre sus energías y éramos parte de ella. No buscábamos a seres de otros cielos allá arriba, sino que contemplábamos con desconcierto la mudanza de la vida hacia ese insondable abismo que es la muerte.


El propósito de trascendencia selló las piedras eternas de los santuarios sagrados que fueron las cuevas con las visones de inmortalidad.


Fueron más de dos millones de años hasta llegar hasta acá.


Hace apenas unos diez milenios, en otros lugres aún menos, es decir ayer, se produjo la llamada "revolución agrícola" que nos ató a la parcela cultivable, nos hizo más sedentarios, se redujo drásticamente la variedad de los alimentos, y  pasamos a estar nutridos con un tipo de comida para la cual nuestra biología no está diseñada. 


Aparecieron sociedades complejas, los Estados, la coerción, diferencias sociales, superpoblación, epidemias y religiones institucionalizadas. La  guerra de conquista y la muerte organizada.


Hace solo un poco más de cien años el mundo comenzó a descalabrarse dramáticamente, con la destrucción cada vez más salvaje de la naturaleza, con el alejamiento absoluto del ser humano de su animalidad, el sedentarismo, el estrés crónico, la sobreabundancia de comida artificial y la vida moderna "feed lot", el hacinamiento en ciudades contaminadas, enfermedades degenerativas en masa, confort endémico como máxima aspiración humana.


Muchas respuestas quedaron allá, y permanecen en lo profundo de aquellas cavernas.


El fuego fue el primero de nuestros dioses, y la naturaleza toda nuestro templo ancestral.


Todas las tardes que el cielo me lo permite, prendo un fuego y entro en comunión con ese lejanísimo primer homínido que supo dominarlo, y con la larga cadena de eslabones humanos que nos une desde entonces hasta hoy.


El fuego es el ritual primigenio, el más primal de todos los actos que nos hace humanos, animales humanos habitando esta tierra.


Porque el fuego transforma, transmuta lo que es, en otra cosa que ya no puede jamás volver a ser lo que fue. Es el dios montaraz, la  fuerza que transformó lo que éramos, en lo que fuimos hasta hoy.


Porque genéticamente seguimos siendo idénticos a esos antiguos abuelos intrépidos cazadores de la edad de piedra, pero habitando totalmente desorientados esta era espacial.

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Pasando

 



Sin joder

Sin vigilar

Sin especular sobre las motivaciones del otro.

Dejar en paz.


Sentarse a permitir que ocurra 

Contemplando extasiado las mudanzas.


Como quien transita por un espacio lleno de cosas delicadas, hacer sin provocar mucho disturbio y sin revolver demasiado.


Sin llamar la atención, estar en el mundo sin ser del mundo.


Comulgar con el humito

Del silencio y la presencia,

E ir a las cosas sin hacerse uno con las cosas.


Cabalgando en el viento y en las nubes, el viejo Lie Tse volvió a casa, a ocuparse de las sencillas tareas y a no ir en sus pensamientos más allá de su situación.

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Del infierno al cielo

 



Más santo te ves,

Más demonios encerrados en los sótanos escondes.


Más hablas,

Más silencio necesitas.


Más amor a la humanidad profesas,

Menos amor sientes por los individuos.


Más castigos exiges,

Menos crees merecerlos vos.


Más severo te muestras,

Menos resistente a la dureza cuando te toca.


Más alegre,

Más tristeza interior.


Más culto te presentas, 

Más ignorante de las simples cosas humanas.


Nada ni nadie escapa a esta ley.

Ningún árbol crece hasta el cielo sin que sus raíces alcancen también el infierno.

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Sin distinción

 



El punto en el que esto y aquello ya no se distinguen es el lugar de descanso de ese a quien solo el silencio nombra.


Entonces, ¿Para qué andar señalando maniáticamente a éste o a aquél, ponerse a opinar sobre uno o el otro, si a fin de cuentas van unidos al juzgador por un mismo hilo invisible que termina por acortarse hasta la fusión allá en ese extraño y lejano lugar?


En la vasta llanura, el límite entre cielo y pampa se difumina en un poco de bruma matinal. En la selva, la confusión envuelve a todo aquel que no ve las cosas pequeñas, y en el río, cada ola se singulariza un instante para volver a fundirse en el agua grande.


¡Ya basta! 


El éxtasis del olvido de sí es también una distinción.

Enmudecer humildemente es la única respuesta posible. La mente arrogante queda balbuceando, y agachando la cabeza, solo le queda ir simple y sencillamente a las cosas del día, sin apegarse a los frutos ni buscar adueñarse de nada.

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