jueves, 30 de junio de 2022

Vaciar la mente y llenar el estómago

 



La estimulación excesiva de los sentidos de manera permanente propicia la saturación y los mil trastornos.


Tantas pantallas de colores mezclados ciegan la vista,

Tanta música estruendosa ensordece,

Tantos sabores enredados estragan el paladar.


No es mala idea ayunar de todas estas agitaciones de tanto en tanto.


Prefiero dar espacio a las cosas, tomarlas de a una, delicada pero firmemente, como quien toma un pichón caído del nido o una aguja de acupuntura. Una por una, de manera total, como si tuviera todo el tiempo del mundo y fuera a vivir por siempre.


Ir a las cosas de una por vez, para completarlas y cerrar el círculo, para saborear plenamente cada manjar, escuchar desde adentro esa canción, Total-mente, como si fuera a morir esta tarde y no tuviera más tiempo que el de hacer una sola cosa de manera plena.


El ejercicio lento de lo cotidiano otorga espacio a las cosas.

Lo que da hondura a la existencia no es lo que haces, lo que dices, las manifestaciones visibles de tu vida, los estímulos visuales, auditivos, gustativos que recibes, sino el lapso de vacío que existe entre cada una de estas.


En esa cámara secreta es donde maduran y se cocinan la sabiduría, la templanza, el silencio que puede hablar palabras que digan algo que produzca vibraciones.


La cuerda de la guitarra emite la nota, pero la oímos gracias al vacío, la nada, por la no existencia que habita en el interior de la caja.


Mejor olvidarse de aumentar compulsivamente las experiencias, los estímulos, o la acumulación de objetos preciados, y enfocarse en el espacio entre estas cosas.


Más vale ocuparse del estómago, madurar y asimilar los alimentos y no de aquello que enloquece los ojos.

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