El punto en el que esto y aquello ya no se distinguen es el lugar de descanso de ese a quien solo el silencio nombra.
Entonces, ¿Para qué andar señalando maniáticamente a éste o a aquél, ponerse a opinar sobre uno o el otro, si a fin de cuentas van unidos al juzgador por un mismo hilo invisible que termina por acortarse hasta la fusión allá en ese extraño y lejano lugar?
En la vasta llanura, el límite entre cielo y pampa se difumina en un poco de bruma matinal. En la selva, la confusión envuelve a todo aquel que no ve las cosas pequeñas, y en el río, cada ola se singulariza un instante para volver a fundirse en el agua grande.
¡Ya basta!
El éxtasis del olvido de sí es también una distinción.
Enmudecer humildemente es la única respuesta posible. La mente arrogante queda balbuceando, y agachando la cabeza, solo le queda ir simple y sencillamente a las cosas del día, sin apegarse a los frutos ni buscar adueñarse de nada.
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