jueves, 30 de junio de 2022

Domar el caballo

 





La incesante búsqueda de novedades puede terminar resultando agotadora y frustrante.


Escindir el presente y sus complejidades de todo aquello que se ha enseñado en el pasado, parece un desatino.


Como un arqueólogo del espíritu revuelvo en viejos arcones las voces, visiones y experiencias de extintos hombres y mujeres que, tal como hoy nosotros, encontraron las claves para sortear los escollos que su tiempo les presentó. Y vislumbré que son siempre los mismos.

Y entonces abandoné toda búsqueda, y sacudí el polvo de dos o tres viejos textos que ya ni palabras tienen, sino vagas intuiciones, y que conservo en mi regazo como a una piedra preciosa.


Desde las pinturas de Altamira hasta los contemporáneos silencios del Avatar Meher Baba, los relatos alrededor del fuego, los escritos, palabras y callares sagrados enseñan sobre nosotros y nuestro tiempo.


Pero todos les prestan apenas un poco de atención, y luego deshechan estas cosas viejas para retornar a sus ansias de métodos novedosos de sanación y a la última práctica espiritual del mercado.


Cada cual halla su sendero a su tiempo, paso tras paso.


Me he vuelto un pertinaz cultor y divulgador de viejas enseñanzas olvidadas, porque me dan soluciones para mi extraña vida, a mí, un alma paleolítica perdida y completamente desorientada en esta moderna era tecno espacial.


Quien quiera oír que oiga y quien tenga alforja en el recado recoja.


Quien toma con delicadeza y a la vez firmeza el Camino de la antigüedad, conducirá la existencia en el presente como se conduce un manso caballo.

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