No existe arrogancia mayor que creer que tenemos tiempo.
Esa loca ilusión demora todo trabajo en el interior de uno mismo y le resta seriedad a la puesta en práctica definitiva de éste en los vínculos cercanos.
Un estado de presencia debería bastar para darnos cuenta de que arrastrar el pasado es demencia, y auscultar con preocupación el futuro es una irresponsabilidad absoluta con quien está ahora mismo al lado nuestro. No sabemos cuándo tiene él o nosotros fecha y hora de pasaje al otro lado.
Toda búsqueda es una pérdida de tiempo si no te hace ahora mismo dejar la santísima y solemne ofrenda en el suelo y correr a reconciliarte con tu hermano, tu padre, tu hijo o quien acompaña tus días por los caminos.
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