Recostarse en el olvido de la idea y deslizarse mansamente por el agua incógnita del presente eterno.
Matar al camello con la fuerza del león, y volverse luego un niño, valle de todas las posibilidades humanas.
No sabemos dónde dejamos la niñez, pero en algún rincón del lío interno de nuestra horrible adultez está esperando a que nos sentemos a jugar con ella.
Olvidar que todo este misterio del nosotros-aquí se trata de un hermoso juego y creer que es un trabajo o un engorroso trámite es el gran pecado que clama al cielo el cordero de dios para redimirnos.
Si no se vuelven como niños no entrarán al reino.
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