El mundo está arrasado por las distinciones entre el Esto y Aquello.
Allá y acá, la tensión es dueña del vecino y la vecina, del hermano y la hermana, del amigo y la amiga.
Como hasta las partículas más nanométricas, todo, hasta la más increíble cuestión es susceptible de ser dividida en dos. Y como guerreros de un código inquebrantable, todos deben tomar partido inmediatamente por uno u otro sector, so pena capital por tibieza.
Arriba los chanchos psicópatas juegan y se reparten, y el juego del calamar habita cada casa, cada oficina y cada teclado, y cada cual es la muñeca siniestra que aniquila al que da el paso en falso.
¿Con quién podría conversar hoy que carezca de opinión?
¿Junto a quién podría cometer el pecado capital del desconcierto y del no saber?
Toda convicción es una cárcel y sólo la duda tiene alas.
La gota de veneno de la división atraviesa cada campo y la tierra está arrasada por el ellos y el nosotros.
Alguna mesa libre, en algún olvidado bar sin tiempo ni lugar ha de haber dónde se pueda compartir el vinito del olvido del yo y del vos, abrazar la odiada tibieza del qué me importa a mí esto, y hacer juntos cosas del corazón, de la tierra, de la música y el perdón.
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