sábado, 4 de diciembre de 2021

No hay fórmula

 Los hijos del señor Shih, uno erudito y el otro versado en el arte de la guerra, ofrecieron sus talentos a sendos emperadores que necesitaban, uno un buen ministro, y otro un buen guerrero. Ambos lograron renombre y fortuna.


Enterado el vecino señor Meng, llevó a sus hijos, uno erudito y el otro guerrero, a diferentes emperadores para que se enriquecieran. Los consejos del hijo erudito disgustaron al emperador por inoportunos, y lo hizo castrar.

Los bríos del hijo guerrero eran inoportunos para las ansias diplomáticas del otro emperador, por lo que le hizo cortar las piernas para que no ofreciera sus servicios a nadie más.


Ambos retornaron a su aldea cubiertos de desgracia, habiendo aplicado el mismo método que sus vecinos Shih, enriquecidos.


Parece no existir fórmula adecuada, ni aplicación general. 


El manualcito de instrucciones es un gran impedimento para acceder al verdadero pozo de agua fresca de nuestro interior.

Quemar el manual, debajo de sus cenizas existe algo auténtico y propio que es imperioso descubrir, cultivar y desarrollar para derramarlo naturalmente en el lugar y el momento indicado. 


La torpeza suele ser terrible y patética.


Afinar la atención y abrir todos los radares de la percepción,

Ver el germen de los asuntos cuando aún no se han manifestado y saber leer la energía que desprenden las personas es la brujería del asentado firmemente en su virtud.


Aplicar una fórmula es manotear lo exterior como un ladrón a hurtadillas.

Derramar lo auténtico, siempre trae ventura y es la acción adecuada.


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