Una persona está plenamente viva cuando está determinada a aceptar la muerte en cada instante.
Ella está ahí, parada a tu izquierda muy tranquilamente, un poquito por detrás, y vos haces planes para el futuro y pospones las cosas para otro día.
Sus perros te rodean, vigilantes, mientras las excusas brotan de tu boca como quien vacía una cajita llena de ilusiones.
No hay tiempo para demorar el abrazo,
Para no apoyar al hijo en su incomprensible empresa,
Para seguir escapando hablando de cualquier estupidez,
Para continuar yendo apurado y refunfuñando a cualquier lado al que no queremos ir.
La muerte acecha y es la única verdad entre todo este mundo de buscadores.
¡Ya no busques más!
Es una trampa para hacerte perder el tiempo, y la única decisión que importa es qué hacer con el tiempo que nos queda.
Y yo propongo no hacer nada.
Un santo no-hacer que nos traiga plenamente a la totalidad de este instante, el único en el que la muerte no tiene ningún poder sobre nosotros.
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