lunes, 14 de marzo de 2022

Capturado el pez, dejar de lado la red.


 


He descartado todo camino sistemático, he aprendido todas las reglas y ahora las he olvidado.


Todo manual de instrucciones es una herramienta momentánea.

Capturado el pez, es preciso olvidarse de las redes.


Encontré mucho tiempo sostén en las muletas hasta que pude soltarlas.


Viajé con mi espíritu por bigotudas filosofías europeas vitalistas, deambulé por atmósferas orientales, me perdí en los desiertos egipcios, busqué la hesiquia en cuevas cristianas, respiré en posturas y movimientos estrictos, me senté largos ratos sobre un cojín frente a una pared.

Hallé comprensiones profundas entre los indios de la América y entre los sachásofos de tierra adentro.


Todo ese viaje ha terminado, y a la vez vive en mi sangre por siempre. Aniquilé las fantasías del rabioso ermitaño y del perfecto monje santurrón.

Y me di a luz en el prójimo y me encontré a mí mismo en los demás.


Supe entonces que los otros son mi dojo de práctica, que los asuntos de la vida cotidiana junto a las personas que amo son los peldaños de la escalera que quiero subir, y que mi única disciplina es descartar todo artificio para encontrarme sin querer con la espontaneidad que pida el instante presente.


Transcribir los mensajes que el Gran Misterio me dicta hilvanando las palabras, un par de agujas y algún yuyo del monte para quien precise sanar, caminar por donde me lleven mis pies ligeros, aquietarme a la orilla del Gran Río para escuchar sus sentencias, consultar los absurdos sortilegios del antiguo libro que clarifica el rumbo correcto y compartir con mi maestro el tecito santo que me limpia el corazón.


Atrapado el conejo, olvida la trampa.

Captado el concepto, abandona el lenguaje articulado.

Cogida la esencia y el meollo del asunto, descarta todo sistema.

Ir liviano de dogmas y reglamento, qué bendición.

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