Cuando nada pienso y nada razono es cuando comienzo a comprender.
Cuando nada hago y en nada me ocupo es el momento en que las cosas salen mejor.
Cuando rompo la brújula, hago callar a la gallega y mis pasos son inciertos es cuando más orientado va mi corazón.
Pregunté a Silencio y no me respondió.
Hice la misma consulta a Confusión y me dijo puede ser por aquí pero también por allá.
Planteé la cuestión a Erudición y me tiró con un libro lleno de frases de otras personas elaboradas a su vez por otros.
Un viejo loco que pescaba sin anzuelo en un río seco me invitó a sentarme a su lado.
Ahí, como un destello, contemplé la vía del Cielo y el chiste en el que estamos inmersos.
Desde ese lugar callo estas palabras que digo, garabateo mis confusas certezas y mis inútiles utilidades.
Y me recuesto en mi divina inoperancia, me resguardo en la sagrada ignorancia para ayunar mi hambre de agua y para saciar mi sed de carne sangrante.
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