Me gusta cada tanto partir por los caminos, aunque desde mi íntima ermita pueda contemplar la vía del cielo sin mirar por la ventana o sin salir por la puerta.
Me gusta el viaje exterior, conocer comarcas y personas que muevan mi energía hacia nuevos rincones, y también me sienta bien el viaje interno entre mis más recónditos recovecos.
Como viajamos afuera es como viajamos adentro. A la aventura o al tour programado.
A lo desconocido o al lugar al que las masas acuden en tropel a calmar su ansia de ilusoria libertad.
Con apertura a lo que se presenta o con el GPS indicando cada paso.
El viaje con destino prefijado anula el propio camino.
El andar a pie, a caballo, paso a paso, vagando lento, libre y tranquilo se transforma en infinitas breves llegadas e innumerables encuentros fortuitos con el Gran espíritu que guía a todo trashumante externo e interno.
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