Para sondear este Gran Misterio hemos viajado hasta aquí, o tal vez simplemente para recostarnos perezosamente sobre el pasto a escuchar cómo el viento discute con el río y se enreda en el juncal.
En la mente hay mucha confusión, ansiedad, callejones sin salida y bifurcaciones sin solución.
Es un salón lúgubre lleno de estantes con libros polvorientos y humo de cigarros.
Las respuestas nunca están en ese antro.
Encontré atisbos de comprensión al contemplar en silencio los movimientos del Cielo y de la Tierra, impidiendo que la razón irrumpa abruptamente con su vicio horrible de querer nombrar.
¡Qué bella la noche! La luna habla displicente como una gata, hermosa e impiadosa como la flor del cactus santo que tanto regala ternura como espinas.
En la cueva secreta del corazón existe el mismo principio y se habla el mismo lenguaje guacho de palabras y de cabeza.
Y la misma fuerza que llena los valles desgastando las montañas, que oscurece a los que brillan e ilumina a los que se ocultan, que crea vida matando, que domina la furia con la quietud, es la que rige los principios del poder Creativo, altamente vibratorio y expansivo vulgarmente llamado amor.
Quitarse las gastadas sandalias y despreocuparse completamente de comprender, de hallar algo, del mañana y del ayer.
El Gran Misterio se expresa con su voz callada cuando el mundo se detiene, en el infinito y cósmico espacio que media entre una exhalación y una inhalación, en el entrecejo cuando el diálogo interno cesa y se puede compartir una mañana entera con alguien en el más cómodo y conmovedor silencio.
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