lunes, 21 de marzo de 2022

La ley que obedecemos

 



Comprender profundamente que todo está cambiando de manera indetenible puede modificar por completo nuestro sentido de la vida.


La línea recta es contraria a la naturaleza. 

Lo invariable es sólo potestad del Tao, de Dios, del Cielo, de lo Creativo, del que es anterior a todas las cosas.


La coherencia es una fijación y una enfermedad de la mente.

Lo que es siempre igual está podrido por dentro.


Abandonar los lugares rígidos y entregarse al resultado de la mutación. La espontaneidad, la creación de valores propios hijos de la experiencia es la vitalidad y salud que evidencia un niño.


Si el eterno retorno de lo idéntico nos sale al cruce en alguna vuelta de la calesita escupirle en la cara un “¡Así lo quise!”


Romper la distancia entre el adentro y el afuera es salud.

El aislamiento del resto por esos malabares mentales de no sé qué evolución espiritual es una patología de desequilibrio profundo.


Todo ser está obedeciendo a una ley. Puede ser la de un concepto rígido como el granito que nos vuelve estatuas, o puede ser la norma del Cielo, que es la de la mutación incesante, y en definitiva, la verdad interior de todo organismo vivo que busca prevalecer mediante la frescura y la flexibilidad y la permanente novedad de la infancia.

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