miércoles, 5 de octubre de 2022

El reino está acá

 



Despreciar el mundo y la vida propia tal como es puede provocar el escapismo a regiones ideales y fantásticas.

Es una peligrosa enfermedad del espíritu.


La falta de vitalidad y el agobio amenazan hermanarse con visiones fatídicas, apocalípticas y de anhelados pasajes a otras dimensiones mejores que las que nos tocaron en suerte.

O a refugiarse en ideologías etéreas desconectadas de toda historia biológica o evolutiva.


Establecer imágenes ilusorias de sí mismo, búsquedas en lugares y conductas de “más alta vibración” y filosofías exóticas que siempre se encuentran allá y nunca acá.


El reencuentro con la verdad es trágico y liberador. Abrir los ojos a la especie, al animal que somos, al pulso vital, a la fuerza interior, a la voluntad de existir aquí y ahora tal como es. 

El universo propio rebrota atractivo y cargado nuevamente del significado numinoso que fuimos a buscar a lejas y brumosas montañas llenas de sabios y cosmologías ajenas.


Me quité las sandalias andariegas, me agaché hacia mi propia tierra y todo floreció con el impulso de la más nutriente verdad.


“El reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí; porque mirad, el reino de Dios está dentro de vosotros”.

.

.

.

Hundirse en el ocaso

 



En largo y absurdo koan de la vida aprendí que también se resuelve abandonando la búsqueda de significado y la necesidad de explicación.


Entregando el pretensioso y racional Yo en los centímetros cuadrados de un zafu, en una taza del tecito santo o sobre la tosca piedra donde paro el mundo y me siento a contemplar los enigmas del Gran río marrón.


Toda convicción es una cárcel.

Hundirse en el ocaso te acerca a la existencia y a los otros renovado, renacido desde el lugar opuesto al que te rendiste.


Y la alegría es grande.

Y el cordero más gordo es sacrificado para la fiesta de bienvenida,

Y el agua es vino,

Y los cinco panes y los dos pescados que trajo el niño alcanzan para todos.


Hay un punto en el que comprender ya no tiene sentido.

Un enérgico Si debe ser la fuerza rectora.

Acción pal lao del corazón.

.

.

.

Avance y retroceso

 



Cuando el otro está abierto y receptivo puedo avanzar hacia su corazón.

Cuando está cerrado y es su ego el que está al mando, simplemente me retiro.


No hacer proselitismo de la manera de vivir,

Perder la necesidad de explicarse y mucho menos de tener razón.

Permitirse ser malentendido,

Jamás imponerse.

A menos que…


Ceder es la gentileza de quien tiene sus pies firmemente asentados en su verdad interior.

.

.

.

El vaivén

 



En el tranquilo sometimiento a las cosas encuentro las grietas por dónde actuar con poderosa energía cuando mí gran Si halla su cauce.


Cuando se puede, atravesar las grandes aguas es propicio.

Cuando la espera se impone, beber y comer despreocupadamente y a gusto es lo indicado.


El sueño mensajero que tuve anoche me decía que detrás de la violencia espontánea del que se impone como regla principal, el tesoro que él cree guardar como un celoso dragón va a parar a mis arcas secretas. La doncella que el villano ególatra tiene encerrada en la torre, suspira por mis virtudes femeninas que cultivo a conciencia como una delicada flor.


Se me ha ordenado ser manso como paloma y astuto como una serpiente.

Entre la tierra y el cielo, todo el campo de acción fecunda e inacción eficaz es absolutamente nuestro.

.

.

.

El espacio entre el Uno y el Dos

 



El vacío no es estar en la nada.

Hay un extraño espacio entre el Uno y el Dos. Y a veces gusto de recostarme allí.

Entre el Cielo y la Tierra se arraiga el shen del hombre,

 Es como un fueye que alguien agita, y nada deja de obrar.


Y así, entregando toda espera, toda ansia, toda especulación,

Las cosas van bien, sin meta ni objetivo los asuntos que alocan a los hombres no llegan a mi puerta, ni las retenciones de las cosas aprietan demasiado.


Poder dar es tener,

Recibir es poder vaciarse.

Y en ese vaivén, las hojas del sauce danzan graciosamente junto al alma de contemplador.

.

.

.

La tarea

 



Hacer la tarea que nos es natural sin expectativa ni especulación.

Sin moral de ahorrista ni de acumulador.


En cualquier momento pueden abrirse las puertas del cielo.... Y volverse a cerrar. Porque un pestañeo es una eternidad. 

La vida humana es un instante, como el pasar de un potro desbocado visto a través del ojo de la cerradura.


Mientras hacíamos cálculos y buscábamos en puntitas de pie estirando el cuello para ver más lejos, o buceando entre los libros la iluminación, el colibrí que estaba frente nuestro para darnos su mensaje se fue,

El sol se ocultó entre las nubes,

La palabra pronunciada se perdió en el viento,

El hijo que quiso abrirse con nosotros nos encontró distraídos y oyó: "ahora no, en un rato me contás",

El amigo llamó a la puerta y nadie le abrió,

El esposo llegó en la mitad de la noche y la lámpara no tenía aceite,

El nazareno nos encontró dormidos o haciendo "lo que había que hacer".


¡No te distraigas!

Realizar la tarea sin apegarse a los frutos de la acción es el tesoro de traer la mente y el espíritu aquí.

Comer y estar comiendo,

Cantar y cantar con el alma,

Dormir y estar durmiendo

Cagar y estar cagando.


Retirarse acabada la obra, sin reclamar mérito e irse silbando bajito es el procedimiento del Cielo.

.

.

.

Las imperfecciones de Dios


 


Hasta el propio Dios sufre sus inseguridades y cae en las seducciones del tentador; la desgracia de Job es testigo de ello.


Pero él es más débil que nosotros, porque se ilusiona con hacerse a sí mismo en nuestro derrotero. Y nosotros ya sabemos que no tenemos remedio. 


Y no tiene nuestros ojos, nuestra fragilidad, nuestra fugacidad, nuestra mezquindad ni nuestra grandeza. No necesita meditar sobre qué hacer con el escaso tiempo que tenemos. Por eso le guardamos algo de lástima al pobre y Silencioso Solitario.


Conmovedoramente humanos, lo recibimos gustosos en nuestra mesa, en las tareas del día, en nuestros entierros y dolores, en nuestras victorias.


Le doy mis manos para lo que guste mandar, como se las doy a cualquiera que las necesite. Pero que él sepa que yo sé de sus flacuras. Y lo abrazo como a mis hijos, cuando creen que soy un boludo.


Pero con la Madre, esa Puerta de toda maravilla y misterio, la devoradora y la del abrazo abrumador… con esa no me meto.

.

.

.

El tiempo justo

 



Cuando la acción está sostenida por la quietud es eficaz como un biguá pescando a oscuras.


Si la palabra es pronunciada desde el silencio es como una flecha que jamás erra el blanco.


Cuando la respiración encuentra su ritmo apoyada en el reposo todo el universo se aquieta.


Si al practicar la contemplación uno se vuelve un cuenco que recibe de la gran jarra cósmica todo va camino a serenarse.


Cuando abandono el fruto de la acción mi canasta se llena.

Cuando me ocupo del germen, jamás lidio con cosas grandes.


Hallar el tempo propio es de las cosas que más me importan e identifico como fundamentales.


Ni más rápido, ni más despacio.


¿A qué dedicar los días que nos son dados bajo el sol?

Quizás la única decisión que importe realmente sea qué hacer con el tiempo que tenemos.


Lo demás es sólo vanidad y correr tras el viento.

.

.

.

Los mismos dos o tres asuntos

 



Siempre al final doy vueltas por los mismos dos o tres asuntos:


Suspender la incredulidad, ir y ver;

Volver a casa y a los nuestros tras haber ido y visto,

Quitarse del medio y recostarse en la divina inoperancia que nada deja de hacer,

Y quizás algún que otro macaneo más de ocasión.


Ese es el mapa de toda mi largada, recorrida y llegada.

Ahora tengo más tiempo para estar aquí en este momento y en este lugar de una manera activa, líquida. 


Sin más búsquedas no hay perderse en los vericuetos de las altas consignas,

Las indagaciones de lo hondo que nos sacan de aquí y nos vuelven Legión, invadidos y fragmentados por los mil y un anhelos de significado.

Todo eso se fue a los cerdos que se lanzaron al abismo.


Fue para mi tan claro que contemplar es recibir,

Que observar es absorber,

Que a ningún lado voy ya con ánimo de dejar mí huella.

Me siento en la mesa, bebo mi copa, pago callado y me retiro lo más discretamente posible.

.

.

.

Encuentros


 


Un día visité la erudición y me encontré vacío y desnutrido.


 Pasé un tiempo en el habla florida y me quedé irremediablemente sin palabras.


En la seriedad y la severidad solo vi soledad, y continúe entonces mi deambular.


Andando caminos inciertos encontré a Dios en el lugar más insospechado, y en lo que se llama práctica espiritual solo una senda de engrandecimiento del ego, una aridez insoportable y una pasmosa abundancia de lugares comunes que matan de sed al que se acerca.


Entonces decidí permanecer estudiando asuntos solo por el amor al conocimiento y a las ideas sutiles,

Y callar devotamente frente a otros para oír su historia, pues todos tienen una que contar si encuentran la palabra.


Y en el río la contemplación,

Y en el boxeo la no-mente

Y en el vino y los amigos la unión,

Y en el santito la buena senda,

Y en mis hijos a mis mayores maestros.

.

.

.

El encuentro con la serpiente

 



Concertar el encuentro con la serpiente es la salida más fácil.

Rápida y letal, ella ofrece su impiadosa y generosa solución.


El Principito, el niño eterno de las estrellas, accedió al fin a la mordedura cuando la Tierra y el Desierto se le hicieron ya insoportables. 


Soñamos con serpientes...

Visiones con serpientes...

Rogamos por una rápida y fría salvación que nos mude la piel de nuestro padecimiento.


Huir del mundo, fantasear con rosas tiranas y volcanes pequeños que no traigan demasiados problemas.


O inmiscuirse en la vida, en la incomprensión de este absoluto misterio que a veces resulta arenoso y arduo, pero al que es preciso transitar.


Meterse de lleno en él sin el escapismo estelar, pues dicen que aquí también hay polvo de estrellas. Estar en el mundo sin hacerse del mundo. Estar con otros sin volverse de nadie.


¿Qué tipo de serpiente estaremos buscando para salir y regresar al solitario pero seguro asteroide B612?

.

.

.

La tabernera y el patán


 


El blanco caballero andante desfacedor de entuertos se convierte en un burdo patán a la primera distracción.


La casta doncella inocente de cualquier segunda intención, 

En la sensual tabernera de largas polleras, blusa anudada y lunar en el escote que enloqueció a todos los bravos marineros bailando hasta el amanecer.


Observó un loco de bigote dual: “todo se construye y se destruye tan rápidamente que no puedo dejar de sonreír”.


Shakti y Shiva hacen la danza del caos y el cosmos,

Y chirolita vuelve a la caja cuando Chasman lo dispone.


Matar al personaje,

Y andar entrelazado concientemente, vagando libres y tranquilos con el monstruo que dejamos encerrado en el altillo.

.

.

.

El equipaje necesario

 Una mente pacificada es todo el equipaje necesario.

Un espíritu asentado, libre y tranquilo que habite el mar del silencio interno.


Cuando el diálogo termina se acaba toda búsqueda.

Si la búsqueda prosigue, el diálogo se reinicia.


Un día encontré mi cueva interior en medio del desierto. Ohhh ¡qué silencio cósmico se aloja adentro! No hay nada que allí no quepa.

Otro enigmático atardecer escuché el antiquísimo canto del viento en las orillas del río Belén, frente al cerro de los secretos. Y me dijo cosas que aún no puedo nombrar.


Entro y salgo de esa cueva y oigo ese viejo canto casi casi cuando quiero, y del templo a la taberna y de la taberna al templo va mi despreocupada insignificancia.


No tengo adónde ir más que a éste momento y a éste lugar. Como un haiku bailo en un centímetro cuadrado con un vaso de vino,

Envuelto en el humito del callar,

Con las voces del brujito pinchudo indicándome el camino.


Y así, sin mucho esfuerzo se me pierde el destino planeado, y me gano furtivamente el inesperado.

.

.

.

Ser el mensaje


 


Una ola se alza, cae, besa la orilla y desaparece. Y el río sigue, imperturbable.

No queda un solo registro de esa ola. Miles de olas, infinidad de milenios desde que una voz lejanísima empezó a crear el mundo de los fenómenos.


Me vi en el borde del gran río marrón, viviendo un poco a medias, con escapatorias, con subterfugios para no entregarme a la totalidad de la experiencia.


Y vi las olas vivir completamente su instante, para luego retornar a la nada y volverse eternas.


No quedará un solo registro de nuestro paso por aquí, de nuestro beso sutil a la orilla de la vida.


Entonces me largué a transitar la radical responsabilidad de mi -para este mundo- irresponsable vida,

Me sacudí la pereza y me puse a jugar con la seriedad con la que solo juegan los niños.


Amigos, ¡miren a su alrededor!

La inminencia de la muerte es tan clara e incuestionable que da risa el reaseguro, el as en la manga, el Osde del jipi.


No hay tiempo para cavilaciones ni demoras, ni ensayos.


La búsqueda de significado,

El eco perdido que busca a dios y se aleja del mundo,

La pretensión de dar una enseñanza,

De crear un sistema.

O la sola obsesión de ganar dinero y comprar cosas, seguridad y éxito profesional.


Todas manifestaciones de lo escindidos que vivimos de la existencia.


Vivir en carne el mensaje que llevamos dentro,

Sin más significado que alcanzar la orilla para dejar sellado nuestro beso, que será borrado de inmediato por la siguiente ola,

Y para siempre.

.

.

.

Caídas y humildades


 



Que toda caída te haga humilde,

Que todo dolor te vuelva más compasivo,

Que no poder más con tu cruz te ponga al servicio del que ya no es capaz de cargar la suya por el camino.


Que Verte tal como sos te haga Ver a los demás, y al fin te apiades y descartes la severidad.

Que la agobiante soledad te abra,

Que el que te abandonen te acerque finalmente.


El Trigo y las malas hierbas crecen al mismo tiempo en el mismo campo.

Juntas, y son difíciles de distinguir en su estado germinal. 


Pero el campesino despreocupado no interviene.

Tranquilo las deja crecer, mostrarse tal como son, clarificar, desnudar su esencia.


Dejar que ocurra,

Dejar pasar.

Y en el momento preciso,

Cosechar y almacenar unas,

Tirar al fuego otras.

Observar con ojo agudo todo el fenómeno de luces y sombras,

 y más tarde separar cada cosa en su lugar verdadero.

Arrojar al horno de la transmutación lo que no va y asegurar el compostaje. 


El trabajo con lo echado a perder trae ventura.

.

.

.


Lo esencial y lo accesorio


 


El espíritu de la ley por sobre su letra fría,

La esencia por sobre la forma,

El individuo real por sobre la humanidad abstracta,

El silencio por sobre la charla mecánica,

La acción por sobre mil palabras,

La inacción por sobre cualquier torpe intervención que no está acorde y en función al Gran Camino,

Un sí y un no por sobre vagas promesas,

Lo correcto por sobre lo que es legal,

La desobediencia por sobre la obediencia a lo que es injusto,

La verdad que duele por sobre el engaño,

Spinetta por sobre toda otra cosa,

Atahualpa por sobre todo camino de búsqueda del canto del viento,

El boxeo por sobre cualquier metafísica y demora dualista,

Amar al otro tal como es por sobre cómo quisiera que fuera,

Acompañar al hijo aún sin comprender por sobre toda idea propia y por sobre todo mandato personal,

El mate por sobre toda otra bebida,

El dios-tierra que me guía y sostiene por sobre toda otra divinidad.

.

.

.

La barquita

 


¡Cuánto terror produce andar sobre todo aquello que no podemos ver!

¡Qué doloroso ver de un golpe de vista todo aquello que ignorábamos!

Aguas del inconsciente, 

¡Aventurarse temerariamente a la caminata imposible es el llamado que ejerces sobre mi desconcierto!


Esa frágil y pequeña barquita del yo, que anda a la deriva de olas y vientos. Como un adormecido tripulante me llené de inquietud al ver al audaz que se sumergía en el mundo de lo no sabido, y se alza luego sobre él.


Y reconozco a mi bestia, y a mi cobarde, y a mi salvaje vincular. Y son las marejadas que me llenan de espanto y me hacen hundir.


¡Oh, que magnetismo produce alguien así!

Lo vi acercarse hacia mi frágil barquita y me lancé sin más a caminar por sobre mi mar de inconsciencia. 

Di unos pasos, ¡Valiente! Pero a cada paso sucumbo al terror. 

¡Qué empresa arriesgada!


El loco caminante previamente se había quedado solo, subido al monte de la contemplación a hacer silencio y a ver. 

Luego el internarse en el mar fue su acto seguido.


Nada romántico, nada glamoroso, nada amable, nada de olor a sahumerio ni música de cuencos.


La tarea es titánica, y andar sobre esas aguas que ocultan todo lo que no sabemos de nosotros mismos es arriesgarse a hundirse a cada paso.

.

.

.


El niño

 



Siempre hay un niño en las sombras que tira y tira para atrás.

Y otro en la sangre rebelde que impulsa a veces a actuar.


Me convocan ambos, ¡risitas escondidas! en su juego maravilloso de acertijos, de encrucijadas y de sueños.


¿A cuál llamado acudir en este instante de desconcierto total?


Eso es lo que hay que develar.

El atroz desafío de oxidarse o revivir.


Uno de ellos me conduce siempre al viejo arcón lleno de polvo de todo aquello que ya no va más. A ocultarme debajo de la cama muerto de miedo, a la rabieta, al capricho, a la total irresponsabilidad y al nunca hacerme cargo.


El otro niño me induce a la renovación de los aspectos de mi vida que se ven gastados, directo al camino de mi destino. Al impulso fresco, auténtico, lleno de espontaneidad, sorpresa y libertad. 


¡Dejen de tironear! 

¡Niño terrible de la sombra, basta ya!

¡Maravilloso pequeño de la vida, el juego y la regeneración! ¡Séame dado reconocerte de inmediato! ¡Y acudir siempre a tu llamado!

.

.

.

Volverse natural

El susurro del gran río marrón


 


El susurro insistente del gran río marrón,

El hondo silencio de los pescadores,

La bulla de los teros y la danza del juncal me recuerdan que existe un Vasto Afuera de mí.

Una inmensidad capaz de recibir mis pequeñas locuras interiores,

Un gigantesco cáliz en el que volcar pacíficamente el propio dolor, el insignificante drama personal.


Ese que sacude el cuerpo,

Corroe el estómago con una incomodidad insoportable y que oprime el pecho y no deja salir la voz.


Con un intento poderoso entregar todo eso a la Magna Totalidad,

Desentenderse del asunto y seguir adelante.

.

.

.

Proceder con calma en la observación


 

Proceder con calma,

Sin el atolondrado que busca la resolución inmediata del conflicto que no logra comprender.


Hay mucho que observar con cierto desapego mientras transcurre por nuestros adentros como un gusano.

El miedo, el desconcierto, la tristeza, la angustia y el dolor.


Ser testigo de todo eso,

Sin iniciar acciones.


No se trata de reprimir, eso es horrible, sino de observar y absorber para comprender.


Cuando el alma se cae a pedazos, lavar el baño con atención,

Ordenar presentemente la casa, 

Ocuparse de los asuntos más prácticos.

Escanear el cuerpo y sus sensaciones sosteniendo el impulso de intervenir.


Incluso con la mente alocada,

Con una voluntad interior inquebrantable, agarrar las riendas con firmeza.


No hay tormenta que dure una mañana,

Ni huracán que se sostenga más de un día. 

Mientras lo miro pasar, desatar su furia, la Gran degollina del ejército invasor.

Y al fin se va, amainando su furor en el movimiento y en el sentirse observado.

El espíritu es un cuerpo en estado de presencia activa.

.

.

.


La magia aparece en el callejón


 


De rodillas en el calabozo de sus convicciones, 

Acorralado en el sórdido callejón de su razonabilidad,

Al borde del abismo de sus ideas de cómo son las cosas,

En esos momentos donde no hay más salida, el intachable y lógico ciudadano no da crédito al duende que aparece en el bosque oscuro para guiarlo,

Al ave gigante que le ofrece salvarlo de la caída,

Al ángel que abrirá la reja de la mazmorra,

A los devas del fuego,

A la señal en el sueño que le devela la clave del asunto,

A la respuesta del oráculo.


No escucha, descarta todo aquello que no es capaz de explicar. Y echa a perder así la posibilidad de salvarse y liberarse.

Se ha pasado toda la vida llenando un gigantesco saco con todas las cosas que su ego consideraba desechable y una amenaza para sí sin percatarse de que todo lo que había en la bolsa sigue vivo buscando salir y que también eso es él.


En los momentos de crisis, siempre encontré la solución en el interior de ese misterioso saco que cargo a todas partes, no afuera.

El genio está dentro de la lámpara,

En el instante decisivo, Dios está siempre del lado de adentro de la bolsa, nunca del embolsador.

.

.

.

Sr. Coherencia

 La persona “coherente” que se percibe entera vive en realidad completamente fragmentada.


Está convencida de que su línea de conducta y sus pensamientos concientes están bajo su dominio y son la totalidad de su ser. Y que detrás de eso no hay nada. 


Y ese monstruo irracional que se le aparece afuera, esa persona detestable, esa horda enajenada que tanto desprecia y gusta de señalar con el dedo nada tiene que ver con él.


El dr. Jekyll era un ilustre ciudadano coherente.

No tenía ni la menor noticia de que el sr. Hyde (escondido) también era él. Hasta que quiso más ser Hyde que Jekyll y tirar al suelo la máscara que llevó por años. Pero era tanta la energía que había ocupado en ser intachable….


La coherencia es un cuchillo que separa ilusoriamente las aguas.

Es mejor ser completo que coherente.

.

.

.

De santos y pecadores


 


El ego y la sombra se alimentan al mismo tiempo y crecen juntos.

La sombra se construye con los desechos del ego, del yo conciente.


Y se nos aparece exteriormente disfrazada de aquellos que nos producen la mayor irritación.

Cuando reaccionamos desproporcionadamente frente a un rasgo determinado de alguien podemos estar seguros de que nos hallamos bajo los dominios de nuestra sombra.


Mi santo y mi pecador tropezaron entre sí promediando la mitad de mi vida.

Se sentaron en una mesa de la cantina más cutre del barrio.

Compartieron un tecito mágico, un áspero vinito regional.


Entre sermones del santo y retruques del pecador me vi en la escena en la que Confucio huye de vergüenza frente al bandido Shi, que lo obliga a verse a sí mismo como más abyecto que el peor de los ladrones.


Como dos ebrios, primero se tomaron a golpes y acusaciones, y terminaron abrazados en la vereda encarando trasnochados la orilla del gran río.


Olvidaron la santidad, también la maldad, y se hicieron un poquito más brujos que virtuosos.


Ese encuentro los hizo más compasivos. Verse lo hace a uno más humilde, más apaciguado y menos exigente.

Y también capaz de hacer lo que hay que hacer sin demorarse mucho en el dualismo.


Sin ese abrazo y sus insospechadas consecuencias desequilibrantes no puede haber ninguna conciencia.

No se puede controlar este proceso como se controla la dieta, un ritual de no sé qué o determinada práctica pautada.


Es al abismo, al callejón, con el facón desenfundado y haciendo de tripas corazón.

.

.

.

Eso que nos registra

 



Cuando experimentamos y Comprendemos que estamos sostenidos por Eso se acaba definitivamente la búsqueda.


Pero es un asunto que no puede pensarse. No es una idea ni un concepto al que se accede a través de libros o haciendo cursos.

Es imprescindible participar de la cabal experiencia del estar asistido por ese Poder más antiguo que todo lo conocido.


En ese instante ya no hay demora en el dualismo.

El cerro catamarqueño de la Puerta de san José con sus mil formas secretas que se manifiestan,

Los guardianes que desde todos los sitios nos contemplan,

El antiquísimo canto que llega en el viento, se zambulle en las aguas del río Belén y se va.


¿Qué es esa Fuerza que nos registra cuando conseguimos elevarnos por sobre nosotros mismos un instante?


Allí no hay más nada. Y lo hay todo.


El sostén y la asistencia se hacen evidentes. Y sin ningún mérito lo recibimos gustosos sin pasar a hacernos ver como seres especiales o algo diferente a los demás. La conciencia es un hecho objetivo, no una virtud.

¡Que no te gane la arrogancia por haber visto un poquito más de algo!


La gracia y el recuerdo derrotan al viejo quejumbroso


Mientras subimos a la ladera llena de espinas y sorteamos los impedimentos Eso puede vernos.

Nos regala un guiño y la soledad se esfuma,

La búsqueda cesa

Y nos disponemos a deshacernos de la vida que tenemos planificada para recibir la vida que nos ha estado esperando.

.

.

.