miércoles, 5 de octubre de 2022

Ser el mensaje


 


Una ola se alza, cae, besa la orilla y desaparece. Y el río sigue, imperturbable.

No queda un solo registro de esa ola. Miles de olas, infinidad de milenios desde que una voz lejanísima empezó a crear el mundo de los fenómenos.


Me vi en el borde del gran río marrón, viviendo un poco a medias, con escapatorias, con subterfugios para no entregarme a la totalidad de la experiencia.


Y vi las olas vivir completamente su instante, para luego retornar a la nada y volverse eternas.


No quedará un solo registro de nuestro paso por aquí, de nuestro beso sutil a la orilla de la vida.


Entonces me largué a transitar la radical responsabilidad de mi -para este mundo- irresponsable vida,

Me sacudí la pereza y me puse a jugar con la seriedad con la que solo juegan los niños.


Amigos, ¡miren a su alrededor!

La inminencia de la muerte es tan clara e incuestionable que da risa el reaseguro, el as en la manga, el Osde del jipi.


No hay tiempo para cavilaciones ni demoras, ni ensayos.


La búsqueda de significado,

El eco perdido que busca a dios y se aleja del mundo,

La pretensión de dar una enseñanza,

De crear un sistema.

O la sola obsesión de ganar dinero y comprar cosas, seguridad y éxito profesional.


Todas manifestaciones de lo escindidos que vivimos de la existencia.


Vivir en carne el mensaje que llevamos dentro,

Sin más significado que alcanzar la orilla para dejar sellado nuestro beso, que será borrado de inmediato por la siguiente ola,

Y para siempre.

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