La intuición (del latín intuitio, «mirar hacia dentro» o «contemplar lo que ocurre en el interior»)
El ejercicio de auscultar los socavones del alma nos lleva a conocer los acordes que suenan adentro al hacer contacto con los acordes externos. Esas notas suenan, vibran y emiten mensajes.
Esos mensajes e información no son verbalizables, no son codificables en el ordinario lenguaje hablado.
Se verifican en la experiencia, y se aprende viviendo.
No existe estudio al respecto ni método transmisible para aprenderla.
Quien no mira hacia adentro no es capaz de ir reonociendo y afinando ese instrumento, esta inapreciable vía de conocimiento y acceso a la verdad personal, y entonces se hace dependiente de las trincheras irreductibles de las ideas de cómo son las cosas para moverse y sintonizar con lo que está en el exterior. Y casi nunca eso es sinónimo de algo vivo.
Quien mira hacia adentro lo va conociendo y decodificando cada vez más, hasta llegar a la maestría en intuición alguna vez.
La idea sobre cómo son las cosas es el camino de la personalidad, y la conduce casi siempre a callejones sin salida.
La intuición es la brújula que guía siempre por el camino correcto al yo verdadero.
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