El río, en su naturaleza y
esencia es amable con las costas. Sube y baja suavemente, acariciándolas,
depositando sedimentos fértiles y llevándose otros, y así las islas crecen y
todos se benefician de su incesante y sereno correr.
El mismo río, empujado por la
furia de las lanchas, se vuelve violento e invasivo, y a las costas que en su
naturaleza está fertilizar, las desmorona, desgasta y voltea sus árboles.
Originalmente bueno, empujado
artificialmente por las lanchas, se hace malo bajo esas circunstancias.
Lo mismo ocurre al hombre que
olvida su esencia y se deja arrastrar por las artificiosas circunstancias”,
dijo el junquero Esteban Alonso metido en el barro de las playas de los Bajos
del Temor a su hijo mayor.
Lo mismo que es bueno en su esencia natural, se hace malo cuando la artificiosidad lo gana.
El tonto se enojará con las olas
y disparará su escopeta contra ellas porque horadan su terreno. Lo mismo hará
el que intente corregir el mal mirando el síntoma y no la causa de la enfermedad.
Cuando el sabio apunta a la Luna, el tonto se quedará mirando el dedo.
Si su tristeza lo abruma m`hijo,
no podrá encontrar el alivio construyendo en el exterior. Nada de lo que está
fuera es su causa. Su verdad está adentro, tapada de cosas artificiosas.
¡Tome la escoba y barra! ¡Abajo
está el piso de preciosa madera!
Luego cargaron los mazos de junco
en la canoa, y al atardecer volvieron al rancho.
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