El silencio es refugio. Allí está
tu esencia verdadera,
El auténtico silencio, ese que no
se consigue con sólo cerrar la boca.
Silencio de mente, corazón y
espíritu.
Es el rumor del Tao, la voz secreta del universo, es aquello que
Atahualpa nunca pudo arrancarle a su guitarra. Eso que se oye cuando nos
enfrentamos a la inmensidad del vacío profundo y del espacio
interminable de nuestro interior.
El ego es quien por lo general
habla en nosotros.
Esa ilusión.
Rara vez el verdadero Yo se
siente en la necesidad de hablar.
El ego hace ruido, juzga,
critica, se justifica y da explicaciones.
Es raro arrepentirse de haber
callado. Común permanecer despierto
En las noches por haber hablado
demás.
Quien mucho habla, muchas veces
queda sin palabras.
La síntesis y la claridad son
virtudes que algunos poseen de manera natural,
Pero que con ánimo y paciencia
todos podemos desarrollar.
Un buen ejercicio para ello es
ayunar de palabras periódicamente,
O escribir haiku.
El silencio interior no impide
pegar tres o cuatro gritos cuando hace falta,
O decir la palabra que cabe a
quien le quepa.
Quien hace culto del silencio
No suele decir cosas sin haberlas
pensado de antemano.
Podrán no ser brillantes sus
palabras, pero tampoco serán livianas, banales o huecas.
Hablar demás contamina el alma.
Cabalgando en el ruido se va
nuestra energía vital,
Y siempre queda un feo sabor en la
boca.
El que habla poco siempre deja a
su auditorio
Con ganas de escucharlo un poco
más.
El silencio atrae, como un
remanso al que navega en el río turbulento.
El silencio es el misterio y el
abismo al que los hombres temen asomarse.
No hay ruido que pueda perturbar
al que está en el verdadero silencio.
No existe refugio silencioso que
dé paz a quien tiene el corazón y la mente llenos de ruido.
El sendero al silencio sólo puede
transitarse por sí mismo y en soledad.
Allí te espera tu verdad, tu
auténtico ser.
Vale la pena explorarlo.
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