martes, 7 de abril de 2015

Estar presente. Aquí y ahora.



Estar presente en lo que estamos haciendo es quizá uno de los ejercicios espirituales más plenos y profundos para vivir cada momento en su totalidad.

La conciencia se amplía y eleva cada vez más con esta práctica, que puede aplicarse en cada instante de la vida cotidiana. No hace falta recluirse en ningún monasterio ni irse a vivir a apartadas montañas o desiertos.





Estar aquí y ahora en lo que hacemos. De manera total e integradora: mente, cuerpo y espíritu presentes, integrados en una misma tarea. Eso es una acción total. No hay interrupción ni fragmentación en una acción llevada adelante de esa manera. Podría decirse que no es una acción, sino un hecho pleno, espontáneo, de unión total con la naturaleza, el Tao.

Las cosas simples de la vida pueden ser los peldaños de la escalera que asciende al Tao. No hacen falta rituales, alharaca ni aspavientos. Estando plenamente en lo que estamos haciendo, nos volvemos seres integrales, totales.

Los trabajos manuales son un “gran templo” para realizar esta práctica. En mi experiencia como carpintero, se puede estar en pleno contacto con la herramienta, sentir la textura de la madera que estamos trabajando, el olor al cortar, el peso de la máquina en las manos o la pieza que estemos manipulando. La mente se detiene en este preciso momento y lugar. No hay pasado ni futuro, sólo el pedazo de madera, la herramienta, el aroma de la viruta, el sonido del cepillo al pasar por las vetas.




Si la mente se va, cuando nos percatamos de ello, simplemente volvemos a lo que estamos haciendo, sin reprocharnos por eso y sin frustraciones. Si vienen los pensamientos, los observamos, impasibles, y los dejamos ir. Traemos una vez más nuestra mente aquí.

Cada vez lograremos mayor conciencia y presencia, volviéndonos seres más integrados, menos fragmentados.

Si estamos en lo que estamos haciendo, no existe división, y entonces hay quietud, iluminación, paz, serenidad. La acción se vuelve algo completo en sí mismo, total. No existe ruido mental allí, ni separación. Estando en lo que hacemos, orientando nuestra vida hacia la simplicidad que nos permita la práctica, podemos volvernos uno con el Tao.

Lo único que existe es el fluir del presente, no hay pasado ni futuro.

El presente fluye y se escapa como agua entre las manos, y si no estamos aquí para vivir la sensación de su frescura, nos habremos perdido la vida viajando en el tiempo, sin haber estado jamás en ningún lado.





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