domingo, 5 de abril de 2015

Fluir, disolverse.

El Tao no puede explicarse, clasificarse. Puedes tal vez, “ser visto”, “intuido”, “comprendido”.
Dicen que el Tao es casi como una acción, un “estar siendo” permanente. No se trata de un concepto o idea. Es algo que está ocurriendo ahora mismo, en este mismo lugar y en todos lados a la vez.


Río Carabelas. Todo es el río, su árboles, sus costas, sus aguas que van del Paraná Guazú al de las Palmas, en permanente movimiento.


Clasificarlo es detenerlo, hacerlo desaparecer. Querer una muestra para estudiarlo es como tomar un balde y llenarlo con un poco del agua de un arroyo para querer entender lo que es la corriente. En ese mismo momento, la corriente ya no existe, sino que hay solo un balde lleno de agua. La corriente y el fluir del arroyo ya no están allí.


El Tao, el ritmo del cielo y la tierra, no puede mostrarse en fragmentos. Las distintas partes de la naturaleza solo existen en la mente. El universo, la tierra, los ecosistemas, los organismos, son un todo, que al momento de cortarlos, ya no son ese organismo. Todo está absolutamente relacionado, y quien logra disolver su ilusoria imagen personal separada de todo lo demás, y zambullirse en el océano del Tao, es quien ha despertado, quien ha resucitado, y una nueva vida surge frente a él. 





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