lunes, 13 de abril de 2015

Cuentos Taoíslas: Un intento isleño de mostrar el Tao

El muchacho amarró el bote a un sauce de la costa, y los perros del isleño llegaron a chumbarlo. Lo vio podando unas azaleas detrás del rancho, pero el viejo carpintero no le dedicó ni una mirada al visitante.



Dígame don Toledo, ¿qué es el Tao? Dicen que usted lo conoce. El hombre siguió con lo que estaba haciendo, hasta que le dijo: vuelva mañana mozo. Y el joven, respetuosamente, subió nuevamente a su canoa y salió remando por donde había llegado.

Esta escena se repitió durante una semana. El muchacho se acercaba hasta el rancho de Toledo, y lo hallaba a éste haciendo siempre algo impostergable. Pero él estaba firme en su búsqueda, y no abandonaría hasta encontrar la verdad.

Hasta que un día, el visitante logró al menos una respuesta. “Mire joven, dijo el carpintero, es imposible hablar del Tao. Lo que se puede nombrar con palabras, nunca es lo real, siempre es un fragmento, una manifestación externa de la verdad. Pero intentaré al menos darle una leve idea. Para ver el Tao primero hay que Despertarse mozo. Abra los ojos, y mire todo lo que ocurre a su alrededor, allí está. Que las naranjas, mandarinas, pomelos y limoneros den su fruto en invierno, y los ciruelos y duraznos en verano, eso es Tao. Que los sauces y cipreses empiecen a dormirse en marzo para despertarse en agosto, eso es Tao. Que el Dorado venga con el calor y el Pejerrey con el frío, eso es Tao.”



“El niño a los nueve meses busca salir del vientre y cuando está listo el pollito, a su debido tiempo rompe el cascarón del huevo, ni antes, ni después. ¿Por qué todo esto es así? Nadie puede saberlo.”

“Por mucha agua que tire al río, éste no aumenta su caudal, y por muchos baldes que usted saque, nunca disminuye ni una pulgada. Por muy isleño que alguien se diga, no por decirlo se hace isleño, sino que lo isleño se lo da el vivir como se vive en la isla. Nadie que hable demasiado sabe, más vale mirarle las manos. Esto es Tao también.”

“El Tao es algo sin forma, como el limo que viene de las lejanas montañas de los Andes flotando en el río, y que luego se vuelve isla, y en ella, después, habitan los árboles, las plantas, carpinchos, bichos y gente. La vida de un hombre es un chispazo de fuego entre los millones durante una quema de pajonal. ¿De qué le vale su vanidad, su absurdo ego? El pajonal se hace cenizas, las chispas se apagan en un instante, y luego todo vuelve a nacer.”



“Así parece ser el Tao. Por mejor vista que usted tenga no podrá verlo, por más agudo que sea su oído, jamás podrá escucharlo, y ni con el mejor de los discursos logrará describirlo como lo hace el más profundo silencio.”







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