martes, 9 de agosto de 2022

El orden

 La naturaleza tiene su propia dinámica, y es devota a su vez del Gran Camino.

El Gran Camino sigue su propia Vía, y no es devoto de nadie anterior a él.


El Hombre se sigue a sí mismo y a su loca idea de cómo son las cosas, ignorante de que debería volver a tocar la puerta de la hembra misteriosa, esa naturaleza que ha abandonado hace tiempo. Lanzarse sin más a la corriente del enorme río plateado a dejarse llevar. Pero ahí va, andando sus propios pasos perdidos, volviendo todo un enorme descalabro.


Su propia naturaleza humana tiene una dinámica. Su salud depende de ello. Los antiguos seguidores del Camino lo comprendieron en su cabal tarea de nada hacer.


Si se ocupara en el invierno de cuidar sus riñones, su hígado estaría preparado para ser cuidado en primavera, su corazón en verano, el bazo en la canícula, sus pulmones durante el otoño. Su salud sería inquebrantable y las cien enfermedades no aparecerían.


Así, siguiendo el humano a la naturaleza, que a su vez sigue a la Gran Vía, hasta las más pequeñas partes constitutivas del hombre se alinean con el Ordenador.


Alrededor suyo hay plantas, y cada una es un aliado de los cinco elementos. Son cinco fases primordiales, cinco mutaciones básicas de las que nada ni nadie escapa bajo el cielo. Han de ser observadas y obedecidas.


Pero ¡Ay esos hombres y mujeres del mundo! Viven lejos, muy lejos de sí mismos y de su madre nutricia.

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