miércoles, 10 de agosto de 2022

Tocar un alma

 Las huellas, marcas, heridas y cicatrices que dejamos en los demás muchas veces las ignoramos por completo, otras nos hacemos los tontos hasta parecer olvidarlas.


Concurrimos muy al altar a agradar al dios con nuestra ofrenda, dejando un tendal de quejas por el camino.

¡Deja esa porquería en el piso y corré a ajustar las cuentas con tu hermano!


Vamos con nuestro autorrelato de bonachones recordando solamente los deliciosos aromas que dejamos a nuestro paso, y desconociendo por completo algunos desiertos que hemos provocado.


Hasta que el día menos pensado esa noticia nos llega y nos enfrentamos a nuestra horrible verdad. Que lastimamos personas. Buenas personas.


A veces no hay remedio, y hasta nos enojamos con ellas por su intransigencia en el perdón.

Hay que tragarse el amargor de esa infección que opaca nuestra pulida aureola de santidad.


La responsabilidad al tocar un alma humana es tan tremenda que si viéramos la real dimensión de ese hecho y la ferocidad de nuestra bestial inconciencia perderíamos la cordura para siempre.


¡Más cuidado! ¡Mucho cuidado!

.

.

.

No hay comentarios:

Publicar un comentario