Que ser siempre igual sea considerado una virtud es una verdadera tragedia. Estancarse en un modo de ver y de verse a sí mismo conduce indefectiblemente al callejón. La vida parece pelearse con vos, y un fino resentimiento comienza a madurar en tus adentros.
Moverse interiormente del lugar en el que estás fijo es un modo de viajar.
Las ideas viejas y podridas son como tristes hoteles de esos lugares que ya nadie visita.
Andar externamente, salir a menudo a recorrer rutas y caminos es un modo de moverse adentro también.
Salir de ahí duele, da miedo y es muy incómodo, hay muchas ilusiones que perder.
Un andariego en tierras extrañas. Un hedónico y aburrido turista all inclusive.
Tener enormes concepciones sobre cómo son las cosas y permanecer siempre en ellas es como vivir en ese gran palacio en el que nada falta, pero también faltan libertad y aire fresco.
Hay un gran éxito en lo pequeño. Que es entregarse a los caminos, donde todo son breves y nuevas llegadas: al árbol, a aquella piedra, al río, más allá de la loma.
En la experiencia total del instante presente está el punto de partida, ruta y arribo.
Con un techo de estrellas y una cama de senda, el calor del fuego y el andar como destino,
La quietud interior es el albergue del andariego, y la llama del fogón su impulso al movimiento.
¡Qué tragedia ser siempre igual! “Yo nunca cambié”, repite orgulloso inflando el pecho.
Arrojar las grandes certezas que hacen tan pesado el equipaje y moverse inmediatamente de ahí, que ya no da para más.
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Susurros del I Ching, hex. 56, El Andariego, Andar viajando, Hospedarse fuera del hogar.
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