jueves, 21 de abril de 2022

De lo sublime a lo cotidiano

 



El pasaje de lo sublime a lo cotidiano suele ser un doloroso tránsito de vulgarización.


Lo real está acá y te acompaña, te atraviesa en la fragua del día a día. La relación directa con las cosas y la gente. 

Lo sublime habla de sí mismo, pero nos abandona como el padre a Cristo en la cruz.

Lo humano, demasiado humano, lleva los pasos hacia el reino de dios.


El cuerpo es una entrada al espíritu.

Nuestras maravillosas experiencias con lo supremo,

Todos nuestros elevados y santos sentimientos, los éxtasis que nos desarman, nuestras revelaciones y disoluciones en la totalidad, no mueven un centímetro el mundo ni nos son de utilidad alguna. 

Nada transforma el plano físico de nuestra existencia como lo hace un abrazo, una mano generosa, un beso que te disloca el alma, una compañía callada y un oído atento.


De nada sirve hablar de amor y estar ausente.

De poca utilidad son las palabras de solidaridad si te guía la propia conveniencia y seguridad.


Kay pacha, el mundo de aquí y ahora, habla de lo sublime. Todo queda impreso de la gloria de Dios. Por los diez mil seres se conoce a la fuente.

Lo supremo no dice mucho de lo que está entre el cielo y la tierra. Se manifiesta a sí mismo y nos deja. Nosotros somos quienes hacemos al Padre a nuestra imagen y semejanza. 


La grieta en la piedra dónde nace el río no expresa nada de la desembocadura en el mar.


El arroyo que se lanza a su disolución en el vasto océano lleva en su grito el nombre de la vertiente.


Lo sublime es la luz, pero sin objetos esta no puede percibirse. 


Oh gran Astro! Qué sería de ti sin aquellos a quienes iluminas! Gritó Zaratustra al despertarse en la entrada de su cueva.


Cultivar lo que está aquí y ahora es un camino hacia el cielo.

Si estás acá tu amor es real.

La visita al enfermo y al preso, el pan al hambriento y el vestido al que iba desnudo. A ese se le abrirá la puerta.


El amor en abstracto suena más a poesía. El real tiene sudor y olor a humano.

Si no estás ahí, es tan sólo una idea, energía caótica bullendo en el interior.


El inconsciente toma forma en la palabra, en el sueño, en la patología, en el cuerpo y en el humor.


El amor se hace real en el otro.

Dios tiene la cara de todos los demás.

Y allí nosotros nos damos a luz en esta tierra humana, demasiado humana.

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