sábado, 2 de abril de 2022

El germen

 



Posicionarse en el germen de las cosas, incluso cuando aún no se han manifestado, es el secreto del hombre cumbre para nunca tener que esforzarse y sufrir las agitaciones que agobian a la gente.


Así, lo que parece magia es un agudo don de percepción y claridad de visión. 


Es como el oficio del humilde acupuntor que leyendo el desbalance y echando mano a su finísima aliada restablece los desequilibrios que ni se han manifestado todavía. Por eso su nombre no trasciende y nadie lo conoce afuera de su pequeña comarca.


El gran acupuntor, aquel que cura atroces enfermedades, es conocido hasta en las cortes reales más alejadas.


Es más fácil arrancar una brizna de hierba verde que tener que hachar un gran árbol. Pero mucho menos vistoso y honroso.


No abandonar las cosas a su crecimiento más allá de lo saludable. 

No hacerse el tonto llevando y estirando los asuntos y las relaciones hasta que se rompan por sí mismos.


Tratar con las cosas a tiempo y cuando éstas son pequeñas es nunca tener que tratar con cosas tardías y desmesuradas.


Así el hombre cumbre se ocupa aparentemente solo de pequeñeces y nimiedades, y con tiempo de sobra se sienta despreocupado a gozar de su divina inoperancia contemplativa.


En su simpleza y holgazanería esconde un descomunal trabajo de liberación del mundo del que nadie parece percatarse.

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