¿Cuál es tu práctica?, Inquirió.
Pues ninguna...
Una no-practica.
Comulgo con el soplito sutil del yuyito serrano,
Y simplemente me siento y ya no intervengo.
Ni en la respiración, ni en la postura corporal,
Ni en los ojos abiertos o cerrados,
Ni en el flujo de la mente.
En el entrecejo se aloja un misterio, en las manos un fuego,
Y simplemente contemplo todo ese acontecer con mi corazón orientado a la totalidad.
Y el aquietamiento de la montaña naturalmente se produce,
Y los pensamientos ya no van más allá de la situación.
Y en medio del silencio al que se accede por las cuevas del alma, son comprendidas las escrituras arcaicas, y es oída la palabra secreta.
Hasta que, como los gatos, espontáneamente, sin motivo aparente, decido levantarme.
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