domingo, 23 de enero de 2022

Bajar las armas

 



Desarmar la propia fortaleza es más arduo que cualquier ataque a un bastión inexpugnable.


Cuesta más bajar las armas y acercar las partes para negociar la paz con uno mismo que una aplastante victoria sobre otros.


La bestia que habita en nosotros es la más difícil de domar, los demonios que se ocultan en nuestros sótanos son los que más se resisten al exorcismo.


Ninguna indagación o disciplina, todo camino espiritual que no conduzca hacia nuestros propios abismos es tan solo distracción y adorno que no sirve más que para engrandecer el ego.


Mi maestro me enseñó a abandonar toda búsqueda, a nadar en las aguas de la divina ignorancia, a caminar a tientas dentro de la nube del no-saber.


El precioso néctar amargo del santo brujo decapitador abrió  los caminos para que el corazón se asiente en la eterna liberación de su fuerza llamada amor.


Y andando esas sendas, con todos mis errores, idas y vueltas, las verdades se revelan y el ansia por seguir huellas que otros trazaron se disuelve en un presente activo que jamás deseo ya abandonar.

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