martes, 18 de enero de 2022

Con Templar

 


En el Aquietamiento y la contemplación está el descanso del fatigoso buscador, el reposo del ansia que se agita en indagaciones que siempre son hacer-algo.


Cesudas lecturas, estudios y prácticas energéticas, concentrar la mente de determina manera, una cierta postura, un modo de respirar, recitar tal oración, devociones, etc.


Y el Uno innombrable que se escabulle...


Antiguos seguidores del camino liberaron por completo las fuerzas del espíritu al presente activo del majestuoso escenario del mundo en su “Sentarse quieto sin hacer nada”.


No forzar nada, no retener nada, no rechazar nada. Liberar todo frente a un río, el mar, una montaña, un bosque, una infinita llanura.

Dejar que todo ruede como corre una bola de vidrio sobre un espejo impoluto. 

Que toda barrera se disuelva y el concierto armónico del Gran Misterio se revele por sí mismo.


Un ratito, un rato, un largo rato, a diario, donde estés. 


El aquietamiento, 

La observación,

La contemplación.


“Volverse un templo,

Un núcleo desde donde la vida se percibe a sí misma".


Así lo describe Lautaro Dávila  domador del viento que transforma las oquedades en música Celeste.


Sentarse quieto sin hacer nada y deambular libres y tranquilos. El viejo arte que enseñaba el pícaro Chuang Tsé, vagabundo poeta y humorista seguidor del Camino.

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Los monos contemplando el vacío. Cerro Colorado, El Silencio. Córdoba norte.


Foto: Francisco Varone


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