domingo, 16 de enero de 2022

Torquemadas

 Soy partidario de no decirle nada a nadie, ni de querer convencer.


No soporto el ansia del vigilante, el preceptor, corregidor, adoctrinador y controlador. 

No puedo aguantar al que tiene la posta, o al aterrorizado que exige a los demás lo que a él lo dejaría tranquilo.


Me escapo inmediatamente al refugio del vasto río donde los caranchos son corridos por las pequeñas golondrinas, los juncos en unión y blandura hacen la fuerza que resiste los embates de la furiosa sudestada, y la garza mora es una elegante señora displicente que no acepta dirección.


Dejar en paz se llama el vino que intento compartir con aquellos pocos cimarrones que aún tienen algo de orejanos, y el silencio, la despreocupación y la tranquilidad el mensaje que me enseñan mis amados maestros.


Por ahí me encontrarán  -sin ya jamás la severa pasión inquisidora que supe tener alguna vez- en el lado incómodo de la hoguera de los Torquemadas de hoy.

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