domingo, 16 de enero de 2022

Nuestro aporte

 



Un hombre mayor pide unas monedas en el semáforo bajo el calcinante sol bonaerense. 

Se sienta a descansar en el caño, toma un traguito de agua, y al mirar para abajo observa al rústico e indestructible yuyo que brota entre las grietas del hormigón. 


Parece compadecerse de su humilde compañero. Vuelca su botellita de agua sobre la planta callada, en la ilusión de que así le alivia en algo el calor de la tarde. Sin saberlo, quizás, también está salvando al mundo con su casi invisible gesto de amor.


Silenciar la verborragia exterior e interior,

Madurar secretamente, sin exhibiciones, el vínculo con el Uno innombrable y olvidar todas las cosas que fuimos juntando hasta hoy como cirujas del conocimiento. 


Poner los ojos en uno mismo y examinarse honestamente, sin tensión, y rectificar.

Ver la necesidad del otro, desviar la mirada de las faltas ajenas.

Ahorrar esa energía para usarla en domar al potro salvaje que galopa en el propio corazón.


No hace falta que salvemos al mundo heroicamente ni echemos luz sobre nadie.


Quizás, con solo callar esa tontería que estábamos por decir sin pensar, o abstenernos de cometer esa pequeña guachada hagamos un gran aporte a este desquicio general.

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