domingo, 16 de enero de 2022

Los otros son el altar

 

Mi maestro fue claro esa mañana sobre la áspera colina.

Sus palabras son un escollo para quienes gustan de las prácticas vistosas y los que se anotan entre los buenos y justos:


“Si camino al altar te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja esa ofrenda en el suelo y corre inmediatamente a reconciliarte con él. Solo entonces vuelve y presenta tu ofrenda en el altar.”


Sólo entonces....


Y por otro lado ha dicho: “ Yo quiero misericordia, no sacrificios.”


Es muy sencillo olvidar que andamos mal con las personas, pero seguir manteniendo las prácticas y la parafernalia ritual de los buenos y justos.


Va quedando en el olvido y la demora, y en el auto relato que nos hacemos, los otros siempre tienen la culpa de nuestro alejamiento, tenemos derecho a estar ofendidos y seguimos siendo buenitos a los ojos del mundo y del que es Anterior a Todas las Cosas.


No es fácil en cambio que nuestra práctica misma sean los vínculos con las personas. Ese templo invisible que es el trabajo interior en relación con los otros. Esa secreta ofrenda a Dios que es vencerse a sí mismo y estar bien con los demás.


Ver y acompañar al hijo,

Acercarse al hermano y al padre,

Dar al que necesita,

Visitar al preso, al que está solo y al enfermo,

Perdonar, pedir disculpas,

Escuchar con atención y vacuidad,

Decir lo que se siente y se piensa sin temor,

Que cuando digo si, sea si, que cuando digo no, sea no.

No juzgar ni mirar con microscopio a quien amamos,

Pararle el carro al que se zarpa,

No odiar a nadie.


Conceptos simples de comprender, pero mucho más difíciles de practicar que cualquier ritual exterior, que cualquier rezo en voz alta, que cualquier postura santa y sagrada.


Los otros están ahí. Y son el auténtico altar de las ofrendas para agradar a Dios.

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