Abrir los ojos y mirar hacia atrás.
A muy poquita distancia, más bien a la izquierda, está la que sí o sí un día nos invitará a bailar la última danza.
Cuando sintamos que es el día de nuestra hora, poder escribir la carta con la única línea que diga “Sí a todo, así lo quise”. Y dejarla pacíficamente sobre nuestra almohada mientras salimos a la pista de baile rodeados de nuestros amores, fantasmas, logros y fracasos.
Disfrutar sin culpa lo que se presenta en el instante perpetuo que se va irremediablemente.
El sabio chamán suizo de los sueños y la palabra se retiró de la sala, de la mano de la bailarina de la oscuridad, exclamando tres veces: “Qué maravilla! Qué maravilla! Qué maravilla!”
Y montando el dragón voló hacia el Cielo, sin necesidad de mirar ya para atrás. Porque agotar el presente en toda su intensidad, borra el pasado para siempre.
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