Dios sale de su divina inoperancia y empieza a sembrar.
El maestro abandona su mutismo y aún en calzoncillos desde la cama comienza a enseñar al rayar el alba.
Dios y el maestro se completan a sí mismos con la Creación y con el discípulo.
Cielo fecunda a Tierra y ésta en su apertura y receptividad da consumación al poder eterno.
¿Te pusiste a pensar en tu papel en todo esto?
¿Dónde cae toda esa Fuerza en vos?
¿Sos tierra seca y pedregosa donde nada germina nunca?
¿Sos camino populoso, donde todo es pisoteado y bastardeado inmediatamente?
¿Cae entre cardos y malezas que ahogan la palabra apenas es sembrada?
¿O sos tierra fértil para que la creación y la enseñanza rindan ciento por uno?
¡Hacé tu parte!
Ayudar a que Dios y el maestro se completen es la Gran Disciplina, y sin disciplina no hay crecimiento, ni enseñanza ni creación.
¡Oh, voluntad interior, no te distraigas!
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