jueves, 29 de diciembre de 2022

Reconocer a alguien como maestro

 Reconocer a otro como maestro es un portentoso acto de entrega y humildad.


Pedro lo hizo abiertamente con su amigo Galileo, cuando éste preguntó: “¿Y ustedes, quién dicen que soy yo?”


Nuestra arrogancia y nuestra incredulidad (también una larga historia de abusos es cierto) nos impide ver a otro como la tradicional figura del maestro. 


Aprendemos de este o de aquella técnicas, saberes, distintas cosas, pero no erigimos a una persona como verdadero Maestro, esa figura que está siempre presente en nuestra vida, esté o no esté físicamente, guiando nuestros pasos.

Ese que no enseña nada, pero que descascara todo lo que no es auténtico en vos.


Alguien cuya sola presencia conmueve tanto nuestra conciencia que nos arrastra a la expresión de nuestra mejor versión.


Conservar el poder personal y la verdad interior es fundamental, si. 

Pero la entrega al maestro, aún sin comprender, es una escuela de las más exigentes, a las que a pocos les es dado asistir en estos tiemposmodernos.


¡Benditos los invitados a la cena del algún máster o a compartir un santo tecito con él!

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