jueves, 29 de diciembre de 2022

Fragmentos de una novela jamás escrita

 



“Llegar al fin de todo camino es recién empezar a caminar.

En la búsqueda ansiosa y voraz toda la vida se pierde, se escabulle de las manos como una pequeña lagartija del desierto.


En algún recodo de las innumerables sendas que mis pies gastaron un extraño y risueño cantinero tocó a mí puerta. Y cuando abrí, era la entrada a su enigmática taberna.


Un poderoso impulso que llegó desde lo más hondo del Misterio me hizo pasar.


El brujito me indicó mirar por la ventana, y vi que la vida tal como es, es para ser vivida tal como soy. 

Nada que agregar, nada que quitar. Nada que rechazar cuando llega, nada que retener cuando se va.


Me susurró al oído… “Despreocupate, lo inevitable decide”.


Sin camino, avanzo. Sin forma, me reconozco. Sin meta, llego. Sin discurso, me hago entender. Sin mérito, Eso me Ve.


Me señaló otra vez el exterior. Como desde una colina pude ver absorto los cien caminos que recorren los buscadores.


Unos pomposos, raros, extravagantes, otros más simples, severos, austeros, otros complejos, brillantes, profundos, otros berretas, ramplones.


Me invitó a la mesa el raro cantinero y compartió conmigo un santo tecito. Y ya no sentí necesidad de caminar hacia ninguna parte. 

Mi única ambición de allí en más fue conseguir ese sitio en la mesa de la extraña cantina en la que se embriagan los perdidos, los que han descartado ya toda búsqueda que no sea el nacerse con lo que trae la vida ahora mismo y aquí mismo, simplemente, con los que están.”

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Fragmentos de una novela jamás escrita

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Foto Francisco Varone

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