jueves, 29 de diciembre de 2022

Vengan y vean

 Cada vez que le preguntaban, él no soltaba largos discursos o complejas explicaciones sobre el elevado Reino del espíritu.


Cuando querían saber cómo vivía, escuetamente respondía “vengan y vean”.

Cuando los seguidores del que allanaba su camino lo indagaban sobre si era él quien tenía que venir, o era necesario aún esperar más, él solo decía “vayan y digan lo que ven: los ciegos abren sus ojos, los que no podían caminar van sobre sus propios pies, los sordos oyen, los muertos recobran la vida.”


No hay nada que esperar, la “vida eterna” o más bien “vida verdadera” es un darse cuenta brutal y salvaje de que es ya mismo. Con el que está. Sin explicaciones alejadas de la experiencia.


¿Qué complejísimo código de conducta proponía el descalzo de Nazaret?


No más ley que la gauchada, sin más pensamiento que en el Eterno.

Del dos hacer uno. Unificar todo lo que está separado en una sola inspiración.

Dijo el bodhisatva del bajo Belgrano: “Solo prueba reunir el mundo disperso”.


Comprendiendo esto, el honor de salvar al mundo se lo dejo a los héroes, a los inteligentes. Y a los buenos y justos, a los santos, la bendición de amar a toda la Humanidad.


Dar pan al que te pide, porque soy yo quien tiene hambre.

La túnica a quien la necesita, por que soy yo quien está desnudo.

Visitar al que está preso, porque soy yo quien permanece encerrado.

Ir a acompañar al enfermo, porque yo vivo convaleciente.

Poner una copa más en la mesa y beber con quien se acerque el vino de la unión, porque soy quien necesita la divina embriaguez.


No después, ahora, con el que está.


Abrir los oídos, fortalecer la mirada. 

Andar por los caminos vagando libre y tranquilo.


Libertad, amor y servicio.

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