Sin tener mucho que decir,
Las palabras me eligen como vehículo hacia los otros.
Prefiero escuchar más que hablar.
Y que el otro se escuche a sí mismo a través mío.
Es aterrador a veces, y cierro mis oídos y mi energía cuando alguna espina es lanzada por el santito o por alguien que me ama tanto como para decirme lo que ve en mí.
Pero es con esa persona sin dudas mi camino, y no con quien regala azucaradas palabras calculadas.
Porque el que no escucha se queda solo, y mi destino son los demás, que me llevan a mí mismo, hacia la existencia y a que el Gran Misterio se revele en ellos para mí.
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