Ya he concluido la búsqueda. Encontré mi medicina, ha aparecido mi médico y no tengo nada que hallar que no esté ahora mismo en éste lugar.
Si llegan novedades, las recibo anchuroso; si se retiran, las dejo partir sin retenerlas.
Me quedan los años, meses, días, horas y segundos que el Tabernero se digne despacharme.
Los entrego suavemente, sin ansiedades, como quien sabe que ya juega gratis el partido.
Estoy a mano con las cosas gruesas de la vida. No debo nada ni me deben.
Por las buenas todo, por las malas nada.
Voy hacia los demás y los dejo llegar si vienen, dando lo mejor de mis capacidades y talentos, a quienes estén cerca para amarme y ser amados por mí.
Hasta que llegue la pacífica vejez, sencilla vejez, me mantendré joven, niño, hasta retirarme definitivamente a no hacer otra cosa que el ejercicio de la dulce contemplación de las mudanzas de los fenómenos y los tiempos.
.
.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario