jueves, 29 de diciembre de 2022

Pescador sin anzuelo


 

Contemplar el baile de los ciclos y la transformación sin desesperar ni caer en la frenética ansia conservadora.


Abandonar cualquier pretensión de importancia personal en el funcionamiento del mundo es muy liberador.


La mente ingeniosa se pone en acción si tenemos algo que ganar o perder en la feria o el mercado.


Entregarle toda esa ilusoria responsabilidad al Gran Misterio, a lo incomprensible, total, a fin de cuentas, lo inevitable decide. 

Retirarse a la borrachería a embriagarse de presente o a la silenciosa contemplación del río, que siempre muda su aspecto.


A mis espaldas, mientras escucho sus calladas y líquidas lecciones se siente la agitación del mundo por retener, por estabilizar, por conservar, por permanecer, por solidificar.

¿No lo oyen? Hace un ruido intolerable, grita ideologías, planes perfectos, tramas inteligentes, soluciones brillantes, sesudos trabajos académicos sobre esto o aquello que contradicen eso de más allá.


La sagrada inoperancia,

Pescar sin anzuelo,

Escribir con el dedo sobre el agua.

Enfocar la energía en las condiciones que llevan nuestro “Te” -nuestra esencia personalísima- a su plenitud es lo único que puede llamarse destino.

Distraerse de esto es encaminarse resueltamente a la vida-accidente.

Disciplinarse con una voluntad inclaudicable en este sentido es mucho muy importante.

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