Pobre monje suburbano,
Carente de orden, regla y monasterio.
Entre el cielo y la tierra construiste tu templo,
Y entre los hombres tu ermita.
Rezas incoherencias,
Escribes silencios
Y tu práctica es andar y deambular por caminos que no suelen conducir a ninguna parte.
Un brujito pinchudo te muestra y enfrenta a ti mismo
Y un antiguo libro de absurdos sortilegios guía el sentido de tus acciones.
Abandonaste toda tarea,
Eres un holgazán disfrazado de asistemático,
Y en un perfecto presente a veces logras olvidar y liberarte de las delirantes tramas que enredan a los hombres entre el pasado y el futuro, la culpa y ansiedad.
Te gana la fantasía,
Te hipnotiza la magia como a un niño que juega al mar en un estanque.
Y te liberas de ella a veces por pura voluntad interior.
Contemplas al río, está tan tranquilo a veces, tan alocado otras, pero siempre tan despreocupado de las danzas a las que somete al juncal.
Y entiendes el mensaje, ese conocimiento silencioso que decides guardar hoy para ti sin poder hallar palabras para compartirlo.
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