No anteponerse a nadie es una regla de los que poseen algo de sabiduría. Y entregarlo todo sin más recompensa que vivir la aventura de caminar y caminar por senderos nuevos e ignorados.
Ocasiones ocurre que ante el anillo que nos toca portar y conducir a los fuegos de Mordor nos sentimos absolutamente insignificantes e incapaces de tan abrumadora misión.
Pues entonces observo estrictamente la no-acción, y que el destino inevitable decida y guíe mis pasos a través de los innombrables peligros.
Y cuando actúo, con el anillo colgado al cuello como si cargara con todo el peso del mundo, lo hago con una serena alegría, como un inconsciente y tonto ebrio que ignora la gravedad del asunto.
Y soy una frágil muchachita que entra a la casa de un gran señor suscitando toda clase de murmullos.
Entre las miradas ásperas de las esposas legítimas, aporto humildemente mi sencilla gracia a este reseco hogar en el que falta hoy tanto amor.
Y así, por la eternidad del fin reconozco lo perecedero, y cediendo en todo, cediendo siempre hasta el dolor nada se interpone en mi camino a la Puerta de todos los Misterios, Madre de toda Maravilla.
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Susurros del I Ching, hex. 54, Kuei Mei, La Desposada.
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